Macri-Obama, el inicio de una nueva era en la relación Bilateral

Nacionales

El día de ayer se percibió claramente el drástico cambio que en la política exterior del país impuso el gobierno de Mauricio Macri. Rara vez un presidente de los Estados Unidos modifica su agenda internacional en pocas semanas para poder visitar un país. Cuando lo hace excepcionalmente, es, por lo general, para tratar conflictos internacionales de enorme envergadura.

En ese contexto particular, Barack Obama estará en Buenos Aires el 23 y el 24 de marzo sólo para acercarse a un gobierno que creó buenas expectativas en el mundo. El presidente argentino tendrá así, rápidamente, los primeros resultados de la crucial modificación de la posición argentina en el escenario internacional.

La actitud de Obama con Macri no puede ser más contrastante con la que tuvo con Cristina Kirchner. Durante los siete años durante los que Obama gobernó en Washington y Cristina en Buenos Aires, el presidente norteamericano no invitó a la mandataria argentina a la capital de los Estados Unidos. Cristina nunca estuvo en el Salón Oval como presidenta de la Argentina. Pisó, sí, el emblemático despacho de los presidentes norteamericanos como primera dama, cuando George W. Bush recibió a su marido, el entonces presidente argentino. Cristina Kirchner se reunió con Obama sólo en el marco de reuniones multilaterales. Hubo al principio, debe reconocerse, cierta reticencia del presidente norteamericano a reunirse con la mandataria argentina por motivos que nunca quedaron suficientemente claros. La ex presidenta consideró esa distancia como una ofensa personal y respondió política e institucionalmente en los mismos términos.

La de Obama será la primera visita bilateral de un presidente norteamericano a la Argentina en casi 20 años; el anterior fue Bill Clinton en 1997 durante el gobierno de Carlos Menem. Bush estuvo en Mar del Plata en 2005 en una reunión cimera de todos los presidentes americanos. La reunión de Mar del Plata fue catastrófica para la relación entre Washington y Buenos Aires por el maltrato diplomático que Néstor Kirchner le propinó a Bush. Hay quienes sostienen que de ahí derivó luego la reticencia del gobierno norteamericano a un acercamiento con los Kirchner. «La institución presidencial norteamericana es valiosa tanto para republicanos como para demócratas», explican en Washington.

Néstor Kirchner cambió su posición con Bush cuando el presidente norteamericano se derrumbó en las encuestas de todo el mundo por la invasión a Irak. Antes de ese momento, el entonces mandatario argentino se había esforzado para entablar buenas relaciones con Bush y lo había visitado amigablemente en Washington. El cambio de Néstor Kirchner se entendió siempre como una especulación de política interna más que como una estrategia de política internacional.

De todos modos, la decisión de Obama de apurar una visita a Macri se debe también a razones geopolíticas más profundas. El nuevo gobierno argentino mostró tres decisiones cruciales para provocar la simpatía de Washington, aunque Macri no lo haya hecho buscando precisamente esa simpatía. Éstas son: la vocación del presidente argentino, explicitada ya en la campaña electoral, de denunciar públicamente la violación de los derechos humanos en Venezuela y, sobre todo, la prisión de dirigentes políticos opositores; la instalación del combate contra el narcotráfico como una de las tres prioridades del gobierno macrista, y la decisión de acordar cuanto antes con los holdouts, lo que constituye una muestra de respeto al Poder Judicial norteamericano, a cuyas resoluciones en materia de deuda pública se allanaron todos los gobiernos argentinos, incluido el de Cristina Kirchner.

El otro aspecto no menos importante es el papel que el nuevo gobierno argentino juega en la región. Brasil está en una crisis política y económica de la que no saldrá en plazos cortos. Venezuela está al borde de un colapso económico, social, político e institucional. El problema casi monotemático de México es el del narcotráfico y de la inseguridad, que su gobierno enfrenta con desparejas cantidades de éxitos y fracasos. En ese contexto, los únicos países importantes de la región que significan una esperanza política en América latina son la Argentina y Colombia. La misma impresión se percibe con sólo escuchar a líderes y diplomáticos europeos. Macri vino de Davos seguro de que su país es el «elegido» en América latina para los próximos 20 años. Dependerá de lo que él haga con su país en los próximos meses y años, pero lo cierto es que el gesto de Obama confirma la teoría de que la Argentina cobró una nueva dimensión geopolítica.

La oportunidad es una cosa; otra cosa será si los dirigentes argentinos saben aprovecharla. «Todo requiere de un esfuerzo. No nos salvarán desde el extranjero sin un esfuerzo nuestro», suele repetir un miembro del gabinete de Macri. Sin embargo, Macri no se propone volver a la política «carnal» de Menem. La canciller Susana Malcorra dice que esa relación debe ser «consistente y previsible», aunque acepta que habrá asuntos en los que ambos gobiernos tendrán disidencias. También subraya: «Estados Unidos es la principal potencia mundial y no tener con ese país una relación amistosa sería una oportunidad perdida». La diplomacia norteamericana valora lo «previsible» más que muchas otras zalamerías en el trato entre los países. Malcorra fue la funcionaria argentina que trabajó en la última semana y media, silenciosamente, la noticia del encuentro entre Macri y Obama en Buenos Aires.

La visita del presidente norteamericano sucederá después del ajetreado mes de febrero en cuestiones internacionales. Ya estuvo en Buenos Aires el carismático presidente del gobierno italiano, Matteo Renzi, que pertenece a la nueva camada de líderes europeos. El 24 de febrero visitará Buenos Aires el presidente de Francia, François Hollande, uno de los dos líderes más importantes de Europa junto con la alemana Angela Merkel. Tres días después, el 27, Macri viajará a Roma sólo para entrevistarse con el papa Francisco, convertido en el más importante líder moral del mundo. Menos de un mes después, Obama llegará a Buenos Aires.

La presencia en Buenos Aires del presidente norteamericano tendrá un alto perfil mediático en los Estados Unidos y en el mundo, porque Buenos Aires será la escala posterior a la visita que Obama hará a Cuba. Una visita histórica, se la mire por donde se la mire. Gran parte de los periodistas que cubrirán la presencia de Obama en Cuba lo seguirán a Buenos Aires.

La visita de Obama a Buenos Aires coincidirá con el 40° aniversario del golpe militar del 24 de marzo de 1976. Ambos gobiernos están trabajando en un acto conjunto de los dos presidentes, que se realizará ese día para rendir homenaje a los derechos humanos violados durante la dictadura. El kirchnerismo ya adelantó su protesta. Nadie podía imaginar una cosa diferente de esa fracción política ni un aporte más valioso.

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