El joven se quedó sin plata para volver a Mendoza y decidió asaltar un kiosco. Al ver llegar a la Policía, tomó a la empleada de rehén y pidió una cámara y hablar con la madre.
Viajó desde Mendoza hasta Tandil para ver el recital del Indio Solari. Llevaba el dinero justo, y cuando quiso volver a su provincia, no pudo comprar el pasaje. Sin dudarlo, salió de la terminal de micros, entró en un negocio y amenazó a la empleada con un cuchillo para que le diera la plata. Antes de que pudiera escapar, llegó la Policía y la situación se complicó: desesperado, el ladrón tomó a la chica de rehén.
Recién después de una larga negociación, que incluyó la presencia de cámaras de televisión, el delincuente se entregó y liberó a la joven.
Anoche, cerca de las 21.30, José Alberto González, entró al polirrubro que está ubicado en la avenida Buzón al 490, enfrente de la terminal de micros de Tandil. Según el diario El Eco, de Tandil, el hombre fue directo hacia Andrea (la empleada) y la amenazó con un cuchillo. Le exigió que le diera la plata, pero la joven no llegó a hacerlo.
La escena fue vista por un vecino, que llamó al número de emergencias 101. Enseguida llegó un patrullero. Cuando el ladrón vio a la policía, se desesperó: tomó a Andrea por la espalda, le puso el cuchillo en el cuello y amenazó al efectivo que estaba por entrar al local.
Lo que había comenzado como un hecho de inseguridad más, había derivado en una toma de rehenes. Mientras el ladrón se atrincheraba en el fondo del negocio con Andrea, al lugar llegó la cúpula de la Policía, un negociador y una ambulancia.
Durante casi dos horas, Eduardo Quintela -un policía vestido de civil- negoció con el ladrón para que dejara a la chica y se entregara. Fue una negociación ardua, durante la cual González hizo varios pedidos: que fuera la televisión para poder su «verdad» y un fiscal.
La cámara llegó y filmó parte de la negociación. «Beto, no te va a pasar nada, no te van a matar, entregate», le decía Quintela. «Quiero hablar con mi mamá», pidió el ladrón. Minutos después, el negociador se comunicó con la madre de González, en Mendoza, le contó lo que estaba pasando con su hijo y le pidió que lo convenciera de entregarse.
Cuando le pasaron el teléfono, el delincuente -por altavoz- le dijo a su madre que lo habían obligado a llegar a esa situación porque no lo dejaban irse de Tandil. Después de esa charla, el ladrón se entregó. Soltó a Andrea y salió con las manos en alto.
La chica fue asistida por una ambulancia y llevada a un hospital de la zona, en medio de una crisis de nervios. En tanto que González fue detenido. Afuera, la gente que se había agolpado para ver lo que pasaba, le gritaba enfurecida. Unos le recriminaban que esa no era una actitud de un fanático del Indio, otros, en cambio, aplaudían por la resolución del caso.