Los datos fueron difundidos por la Dirección de Fauna Silvestre y arrojaron que 9 de cada 10 animales que se capturan en su hábitat natural no consiguen seguir con vida. Un 80% se sacan del norte argentino.
La Dirección de Fauna Silvestre difundió en las últimas horas cifras alarmantes que involucran a los animales salvajes y la comercialización ilegal por parte de cazadores furtivos en la República Argentina.
Con la utilización de trampas, redes y armas de fuego, los individuos dedicados a esta actividad ilegal eliminan, en la mayor parte de los casos, a familias enteras de determinadas especies y se llevan a las crías para venderlas por altas sumas de dinero en el mercado negro.
La Dirección de Fauna Silvestre asegura que 9 de cada 10 animales capturados mueren por el camino antes de llegar a ser comercializados, debido a causas como el estrés, golpes o accidentes en el trayecto que va desde su hábitat natural a los lugares de expendio.
Los cazadores no escatiman en especies, es por esto que no hacen diferencia entre mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces y también insectos. Entre los animales que sí llegan a comercializarse, sólo 10 de cada 100 se recuperan, y únicamente el 5% del total logra regresar a su lugar de origen.
Las aves representan la mitad de la venta ilegal. Loros, tucanes, lechuzas, jilgueros y cardenales son algunas de las especies más buscadas por los cazadores para luego comercializarlas como mascotas.
Desde 2012 hasta 2014, en el país se decomisaron 8000 animales víctimas del tráfico ilegal, de acuerdo con datos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable. Sin embargo, la mayoría, no sobrevive.
Luego de cada decomiso, existen diferentes instituciones en el país que rehabilitan a los animales e intentan su liberación. Una de ellas es Fundación Temaikèn que desde 2004 hasta la actualidad, rehabilitó 7300 animales en su Centro de Recuperación de Especies y logró liberar 3000 ejemplares.
Carina Righi se desempeña como responsable de Conservación e Investigación en la fundación mencionada anteriormente. La profesional explicó que «cada liberación implica un trabajo previo de extremo cuidado para que el animal pueda regresar a la vida silvestre. Muchas veces, cuando recibimos ejemplares que fueron víctimas del tráfico ilegal, y que han sido mantenidos como mascotas mucho tiempo, no podemos regresarlos a la vida silvestre porque adquieren una dependencia muy fuerte con el ser humano».
«Están acostumbrados a acercarse a las personas para recibir comida, y esto les impide tener conductas adecuadas para sobrevivir en la naturaleza nuevamente», finalizó.