La candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos prometió que si llega a la casa blanca será la presidenta de “todos” los estadounidenses, reformará el sistema judicial e impondrá un mayor control de las armas. fue en la convención de su partido.
La ex secretaria de Estado trazó una parte de la historia de Estados Unidos al aceptar formalmente su postulación en la convención del Partido Demócrata, en Filadelfia, y convertirse así en la primera mujer en 240 años en aspirar al máximo cargo ejecutivo como representante de uno de los grandes partidos políticos del país.
Vestida con un traje completamente blanco, Clinton fue recibida en el escenario por su hija, Chelsea, con quien se fundió en un largo abrazo mientras la concurrencia le daba la bienvenida agitando carteles verticales de color azul con su nombre y celebraban a viva voz su llegada entre pequeñas banderas de las barras y las estrellas.
“Cuando no hay techos, el cielo es el límite”, dijo, haciendo referencia a la frase que en 2008 marcó su despedida del sueño de convertirse en la primera mujer candidata presidencial.
“Seré una presidente para los demócratas, republicanos e independientes; para los que luchan, los que se esfuerzan y los exitosos, para todos los estadounidenses”, aseguró.
“Mi primera misión como presidente será crear más oportunidades y más trabajos con mejoras salariales, desde el primer día en la presidencia hasta el último, especialmente en lugares que han sido dejados atrás por demasiado tiempo”, agregó.
Apenas unos minutos después comenzado su discursos, un pequeño grupo de seguidores del ex precandidato Bernie Sanders comenzó a abuchearla, generando la reacción del resto del público que comenzó a entonar su nombre con fuerza: “Hillary, Hillary”, se oía mientras ella aguardaba unos segundos para continuar su intervención.
Poco después, Clinton dedicaría parte de sus palabras de aceptación para reconocer a su ex contrincante, quien “puso los temas de la economía y la justicia social al frente, donde deben estar”, y que con su campaña “inspiró a millones de estadounidenses”.
“A todos tus seguidores, acá y en todo el país, quiero decirles que los he oído”, aseguró, logrando el festejo de los más de 20.000 presentes, mientras Sanders miraba desde su asiento.
Clinton apuntó contra su rival republicano, Donald Trump, incluso antes de aceptar oficialmente su nominación. “Quiere dividirnos, quiere que temamos al futuro y nos temamos unos a los otros”, dijo de él.
“No crean en nadie que diga ‘yo puedo arreglarlo solo’; sí, esas fueron de hecho las palabras de Donald Trump en (la Convención republicana de) Cleveland, no crean en nadie que diga que nuestro país es débil, no lo somos”, subrayó.
«No construiremos un muro; tenemos que curar las divisiones en nuestro país», agregó, también en referencia a una de las principales propuestas de Trump, y denunció el «racismo sistémico» que, a su juicio, sufren los negros y los latinos en Estados Unidos.
Por otra parte, repitiendo las palabras pronunciadas el miércoles por la noche por el presidente Barack Obama, Clinton llamó a todos a salir de sus casas y llegar a las urnas el 8 de noviembre. “No abucheen, voten”, repitió.
Los demócratas cerraron una convención atípica con visibles divisiones entre sus votantes, que quedaron con un sabor agridulce por las divisiones que provocó la llegada de un candidato con propuestas distintas a las que planteaba tradicionalmente el partido pero que a la vez aparecen como una oportunidad para renovarlo.
Las manifestaciones por parte de los seguidores más duros de Sanders, ya sea en las calles o dentro del estadio donde tuvo lugar la convención, fue el tema que caracterizó al encuentro político que coronó a Clinton como la candidata presidencial.
La independencia de acción que tomó en Filadelfia el movimiento pro-Sanders comenzó con una gran fuerza que con el correr de los días fue menguando. No obstante, la resonancia siguió teniendo efecto hasta último momento por los pasillos del Wells Fargo Stadium, que albergó las sesiones demócratas.
Las convenciones demócratas -así como las del Partido Republicano- del proceso electoral 2016 serán recordadas por un denominador común: la aparición de un candidato antiestablishment o, como se dice en inglés, «outsider», que supo leer las necesidades y los requerimientos de una parte significativa de la población que ya no se sentía representada por las mismas propuestas y que imprimió presión en los partidos tradicionales, empujándolos a lidiar con una creciente polarización y con nuevos e inesperados estándares para los que no estaban totalmente preparados.