Departamento Güemes , camino del narcotráfico y del contrabando

Interior

Hace unos años atrás, el ex vicegobernador del Chaco hablaba de pistas de aterrizajes en todo el impenetrable, “lo trataron de loco mentiroso”, luego instalaron bases de gendarmería en la región, lanzaron el operativo cerrojo del Norte, pareciera que esto continua con varias puertas abiertas, hasta ahora solo escuchamos que los operativos en algunas localidades se lograron secuestrar prendas o ropas de vestir, producto de contrabando de muchos comerciantes.

En un trabajo que hemos realizado desde este medio, donde recorrimos la zona, los caminos, donde entrevistamos a vecinos y lugareños que muchas veces tienen miedo en dar información a la policía, vaya a saber cuál es el motivo, pero a nosotros nos contaron que constantemente los días viernes, sábados, en ocasiones los jueves vehículos de alta gama o vehículos equipados para el terreno transitan los caminos vecinales de la región.

 

Nos contó un lugareño que hace aproximadamente 15 días, una persona pidió ayuda porque tuvo problema mecánico en su vehículo, ello solidario ayudaron, cuando se acercaron el medio de movilidad en la oscuridad no pudieron ver que contenía el mismo, pero solo divisaron cajas y bolsas negras dentro del mismo, en los asientos traseros del móvil.

 

El camino imaginario o el posible recorrido

 

En mucho caso “nos cuentan los vecinos” los vehículos pasan y a los pocos minutos, regresan, en otros casos no vuelven por el mismo caminos, según nos cuentas que el tránsito de los mismos viene desde las rutas Formoseñas, pasando por caminos vecinales de Pampa del Indio, llegado al departamento Güemes Paraje La Gloria, Campo Alto, La Rinconada o ex ruta 95 hacia Tres Isletas o al cruce de la RN95.

 

Fernando y su mama murieron en esa ruta, la ruta del narcotráfico de la región

 

Alguien anónimo que escribió en la redes sociales, me hizo dar fuerza y contar lo que me contaron los lugareños de los parajes mencionado, que nos contaron estos caminos se ven esos vehículos raros, que van y vuelven, recordar que en esta jurisdicción ya en zona del departamento Maipu ocurrió hace pocos tiempo un accidente que no encontraron a los culpable solo encontraron la camioneta con gran cantidad de cigarrillo Rodeo, en este accidente pierde la vida un joven y su mamá, familias muy humilde que este anónimo en su relato no dice cómo ocurrieron los hechos y como conto un niño de 12 años.

 

«La muerte de Fernando no será noticia”

 

esta persona anónima escribió en las redes sociales y dice “Porque murió en silencio, en un camino de tierra del impenetrable chaqueño. Con 16 años. La muerte de Fernando no será noticia. Porque es ¿natural? que la gente como él sufra el dolor y las pérdidas. Y las injusticias. Porque el sol de Chaco pega fuerte, seca la tierra y levanta polvo. Polvo que tapó la escena del accidente y también los ojos de quienes jamás sabrán de su muerte. Porque la muerte de Fernando no será noticia”.

 

Fernando salió de su casa con su mamá Lucía. Él manejaba la moto para llevarla hasta una curva donde pudiera tomarse un colectivo hacia Tres Isletas. Su hermano Esteban no entraba en la moto por lo que decidió emprender la marcha detrás de ellos caminando. Cuando Fernando dejara a su mamá, volvería el camino atrás para levantar a su hermano y llevarlo a la escuela del Cabañaró.

 

Esteban, de 12 años, vio la moto acelerar y caminó paciente hasta que llegara el momento de ver a su hermano volver por él. Eran las dos de la tarde. Mientras caminaba, tal vez pensaba en el partido de fútbol que jugaría a la tarde, o la chocolatada que compartiría con sus amigos cuando cayera el sol.

 

Escuchó un ruido adelante en el camino. “Deben haber chocado dos autos”, pensó y siguió caminando probablemente añorando lo que cualquier chico de 12: cuán poco faltaba para jugar.

 

En la escuela del Cabañaró la gente empezaría a llegar a las tres y media de la tarde para participar de actividades en comunidad. Media hora antes ya empezaban a aparecer los primeros jóvenes, tal vez por sus ansias de compartir. El plan siesta se cambió entonces por un buen tereré que refresque la tarde de sol. Hasta que la charla se interrumpió por el pasar a toda velocidad de una ambulancia y unos minutos después, autos de policía. Escena poco frecuente en los rincones rurales del impenetrable chaqueño.

 

A casi un kilómetro de los tererés compartidos en la escuela, Esteban seguía caminando. Dos camionetas pasaron a su lado a toda velocidad levantando polvo. Con mirada acostumbrada a los comportamientos de sus caminos cotidianos, se extrañó al ver que la caja de una de las camionetas llevaba a dos hombres agarrados con fuerza por encima de la lona que protegía la mercadería.

 

Siguió caminando. Hasta que sus pasos lo acercaron un poco más al lugar donde se había producido el accidente de autos que él creía haber escuchado. Pero sus ojos vieron lo que ningún chico de 12 años merece ver: el cuerpo de su hermano Fernando y el de su mamá Lucía sobre el pasto seco a varios metros de una moto destruída. Una camioneta moderna con el paragolpes roto, el vidrio astillado y el parabrisas aún en movimiento.

 

Abrió la puerta de la camioneta enseguida pensando que ahí adentro habría alguien. Pero no era así. Los responsables del accidente ya se habían fugado en aquella camioneta que levantó polvo sobre él unos minutos antes. Sacó de su bolsillo un celular viejito, chiquito. Llamó al 911 pero la señal no le permitía comunicarse. Llamó a su papá y a su modo le contó lo que estaba viendo, pidió ayuda. Se convirtió en un señor de 12 años.

 

La noticia tardó casi una hora en llegar a la escuela. El medio por excelencia era el boca a boca. Los tererés que habían reemplazado la siesta, se reemplazaron por una caminata rápida y nerviosa hasta el lugar del accidente. Éramos dos dando pasos rápidos y nerviosos viendo adelante en el camino un movimiento de gente, sin animarnos a vaticinar ningún resultado. Silencio y tormenta de pensamientos.

 

Cartones de cigarrillos acomodados como un jenga con una ingeniería asombrosa ocupaban toda la caja de la camioneta y todo el asiento de atrás. Desde el piso hasta el techo. Las ventanas tapadas. Eso era todo lo que había dentro de la camioneta abandonada. “Lo que hay adentro vale más que el precio del vehículo que encima es un último modelo”, dijo el policía al abrir la caja y descubrir la mercadería. Aquellos cartones de cigarrillos no contendrían cigarrillos precisamente.

 

Esteban tenía el temple y la tranquilidad de un señor. Su papá se subió a la ambulancia con su mamá Lucía que se encontraba en grave estado, y su hermano Fernando que murió en el momento. Rezamos a un costado del camino dándonos las manos, y cada abrazo de consuelo lo devolvía con un mimo en la espalda. Después de las preguntas de la policía y el registro de la escena del accidente, le indicaron qué pertenencias familiares ya podría llevarse a su casa. Quiso regalarme una de las bolsas que contenía pan.

 

¿Cuánta grandeza de corazón hay que tener para dar en momentos de sufrimiento? Con 12 años Esteban demostraba la sabiduría que algunos no alcanzaremos en toda una vida. Su pensamiento de cuán poco faltaba para jugar se cambió por la preocupación de que no se escapen los animales en todas esas horas en que nadie estaba en su casa. Infancia despojada de niñez. Desprotección ante la impunidad del escape de los poderosos. Poderosos que bien sabemos están varios eslabones más arriba de quienes manejaban la camioneta.

 

La muerte de Fernando no será noticia. Como la de todos los Fernandos que mueren por los caminos silenciosos que dan vía libre al narcotráfico y el contrabando. Sufrimiento mezclado con la amargura de la injusticia. Ganas de gritar por el sufrimiento ajeno que debe ser propio para todos. Pero, ¿cómo hacemos para gritar y sentir dolor, si la muerte de Fernando no será noticia?».

Por:  Javier Insaurralde.

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