La muerte de Víctor Alegre traerá, en caso que la justicia investigue como corresponde, consecuencias nefastas para la seguridad provincial y Nacional.
*De la redacción
Traerá consecuencias porque todas las hipótesis que se manejan derivan en mal accionar de una parte u otra, sumado al hermetismo con el que se maneja el tema y, fundamentalmente, porque aún Prefectura Naval Argentina no se expidió respecto a lo sucedido en cercanías a la Isla del Cerrito.
La versión dada por la hija del fallecido tiene sentido, pero no parece sustentable. Ahora, si en verdad los prefectos estaban de civil, y luego del crimen se uniformaron… la complicidad del caso termina más arriba que los sindicados como perpetradores del hecho.
No es novedad que este camino sea una de las principales vías de acceso del contrabando al país, donde burlar los escasos controles es muy sencillo.
Este caso en particular es sumamente sospechoso, donde claramente el asesinato de Alegre no debe quedar impune independientemente de lo que haya acontecido; pero no por eso deja de ser sospechoso.
En primer lugar, si es real la versión del “bulto arrojado desde el auto” -que es hasta ahora la única defensa de los prefectos que dispararon contra el empleado de la justicia Federal- debería aparecer ese “bulto” para al menos saber porque se lo perseguía.
Si nada de eso existió, el confuso episodio que derivó en la muerte del chofer habla de la negligencia existente en toda la fuerza pública, en este caso, en Prefectura Naval Argentina.
Pero lo más llamativo de todo es que es la justicia Federal la encargada de investigar cada caso de contrabando -de drogas, fundamentalmente- que se recupera por las fuerzas nacionales. Alegre era un empleado de la justicia Federal, puntualmente, un chofer que respondía al presidente de la Cámara José Luis Alberto Aguilar y también a la Jueza María Delfina Denogens. Los prefectos pertenecen a la fuerza pública nacional… Todos los caminos conducen a hacer pensar mal. Dios quiera que la justicia despeje esas dudas y todo llegue a buen puerto y, fundamentalmente, que la familia de Alegre encuentre justicia para encarar el duelo con algo de liviandad.
Y si de pensar mal se trata, no hay que dejar nunca de lado que el hilo, siempre, se corta por lo más fino.