Las jornadas sobre el Chagas tiene Cura, a propósito de los pacientes que fueron analizados por Edgardo Schapachnik y Jorge Mitelman en el Foro, han sido excelentemente enmarcados por Oscar Daniel Mordini, con su valioso ensayo “Enfermedad de Chagas, hacia un nuevo paradigma de intervención”.
Con la detenida lectura de este texto y munidos de las cifras históricas de prevalencia, provistas por la PAHO y el Ministerio de Salud Pública de la República Argentina para el período 1990/2015, agregaron a las medulosas exposiciones de Schapachnik y Mitelman una evidencia que revela que la tripanosomiasis americana y la enfermedad de Chagas constituyen un DRAMA QUE HA SIDO MORTAL para grandes mayorías nacionales y latinoamericanas, por ser de los mayores desafíos que la medicina ha enfrentado en términos de comprensión cultural, intelectual, social y moral.
Las cifras de prevalencia para la endemia anunciada con 20.000.000 de infectados en América Latina en 1990 y su reducción a 5.700.000, que se publicara recientemente, la cantidad de afectados habrá disminuido en 15.000.000 de personas; dicho de otra manera, a un promedio de 600.000 parasitados por año.
Prevalencia y muertes por Chagas
En el caso de la Argentina se estimaba la prevalencia nacional para 1990 en 2.500.000 parasitados y en el mismo PLOS se ubica a nuestro país como el más parasitado en términos absolutos, con 1.500.000 de infectados. En 25 años se redujo en la Argentina al equivalente de 1.000.000 de sujetos portadores del Tripanosoma cruzi, asignándole a las campañas de control de la transmisión -tanto vectorial, como horizontal y vertical- éxito absoluto. La única explicación para semejante reducción del número de afectados es su desaparición física habida cuenta que aún si existiera cura espontánea no podría ser relevante.
La muerte de un millón de individuos en el término de 25 años equivale a 40.000 fallecimientos anuales, que a hoy representan el 12,5% del total de muertes anuales por todos los motivos. Asimismo, ¿Es posible explicar semejante proporción de decesos sin que esto actuara como un fenomenal revulsivo para los sistemas de atención médica y para las autoridades sanitarias de los últimos 25/55 años, que es cuando 1960 se votó y promulgó en Argentina la primera ley de lucha contra el Chagas, a su vez única en América Latina? La respuesta más apropiada la encontraron en el ensayo de Mordini, quién sostiene que existe una medicina de aquellas patologías que los médicos contactan y una falta de medicina para las patología que los médicos no perciben porque no se contactan con ellas. No las pueden pensar porque no las reconocen. No salir a buscar a los parasitados hace que los médicos conozcan muy poco de la inmensa mayoría de los que padecen la Tripanosomiasis.
Entre los años 1970/1976, mientras Jorge Yanovsky se desempeñaba como Director Investigador del Instituto de Patología Regional de la UNNE, estuvo -por razones de carácter profesional: detección de enfermos portadores de T.cruzi y en la organización de las luchas reivindicativas del campo chaqueño- en contacto permanente y personal con los trabajadores rurales y los pequeños productores agrarios. La prevalencia de la infección entre ellos era del 40%. Mayoritariamente no se sentían enfermos y no reclamaban atención. Ser un enfermo en aquel ámbito era equivalente a no poder sustentarse y a no poder trabajar. Esto decía en un mensaje Jorge Yanovsky, ahora rememorado en el marco del Foro de Enfermedad de Chagas.
Es relevante que en los últimos 50 años la investigación científica médica vinculada a la enfermedad de Chagas haya pasado por la biología del parásito, su extinción farmacológica y por evitar su transmisión de uno a otro sujeto. Son todos temas de innegable importancia, pero los esfuerzos de investigación clínica de los padecimientos de los afectados no estuvieron jerarquizados.
El portador de la infección es un paciente en riesgo. No hay otra forma de asumir la elevadísima cantidad de desapariciones de portadores sin que los sistemas de atención médica se hayan conmovido por ello. Más aún, se tomó la infección como un acontecimiento no trascendente. En los últimos 30 años se detectaron en los bancos de sangre del país más de 1.000.000 de portadores; sin embargo, no existe un registro sistematizado de ellos y menos un acompañamiento clínico adecuado.
Chagas: frontera de encuentros y de desencuentros
La enfermedad de Chagas continúa siendo una frontera de encuentros y desencuentros , de modo que actualizar el conocimiento de lo que realmente le acontece al paciente con la enfermedad ,no sólo en el primer Nivel de Atención sino en centros urbanos de atención cardiológica permitirá revitalizar estrategias. Un punto de encuentro en esta frontera es conocer si el médico de nuestro País está dispuesto a considerar y modificar su paradigma cultural de abordaje del Chagas.
Se han realizado muchísimas campañas mediáticas sobre el Chagas como un mal de la pobreza. Esta ha sido una metodología estigmatizante y oportunista a la que han recurrido no pocos individuos asumidos como revolucionarios. En contraposición con esta descripción del problema sanitario, tiende a ignorarse que en la Argentina ha habido –mediadas por la lucha de amplios sectores, especialmente los trabajadores- muchas movilidad social. Cientos de miles de niños y niñas que se infectaron viviendo en condiciones paupérrimas o en ámbitos densamente expuestos a la transmisión vectorial hoy son adultos de entre 50/60 años de edad o más, que residen en ámbitos urbanos donde podrán ser asistidos con una atención médica y especialmente médico-cardiológica de elevada calidad. Más de un tercio de los actuales infectados son sujetos que trabajan en relación de dependencia formal, con salarios adecuados y asegurados para los cuidados de su salud por aportes propios y contribuciones patronales, que representan el equivalente a un salario mensual por año y asegurados en su riesgo laboral con un aporte de los contratantes, equivalente promedio a un 0,8 de salario mensual/año.
Aún con estas posibilidades, no ha habido inquietud en los sistemas de atención médica por detectar sistemáticamente a los afectados e inducirlos a someterse a una vigilancia médica, especialmente cardiológica, regular y esmerada.
La detección rutinaria y masiva, tanto en el ámbito extra-médico como en el propio sistema de atención médica, acompañado de una búsqueda esmerada de signos precoces de alteraciones en el funcionamiento cardíaco, no solo contribuirá a mejorar la protección de eventos riesgosos e inesperados a cientos de miles de parasitados, sino que también contribuirá a que la medicina nacional se enriquezca haciendo una atención digna, acumulando -a su vez- enormes cantidades de valiosa información sobre la evolutividad de diferentes fenómenos repetidamente presentes en patologías cardíacas, etiopatogénicamente disímiles entre sí.
Notas relacionadas:
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Fuente: Centro Mandela/