Más muertes indignas en el mundo Chaco

Sociedad

Ramón Segovia -de 64 años- vivía en el Lote 120, lugar al que con bastante sentido del humor descarnado bautizaron Villa Fabiana Sur. Es la foto del contraste entre la opulencia que se exhibe sin ningún tipo de pudor y la pobreza que se niega. La tarde del pasado miércoles 12 de octubre Ramón murió en su precario rancho.

Después del horario de la siesta tomaron mates con su yerno, Oscar Julián Navarro, quién con mucha tristeza señaló al Centro Mandela que “estábamos tomando mates con mi suegro en la cocina. Como estaba lloviendo fuerte le digo ya vengo, me voy a poner una campera. Me puse una camisa de grafa y una remera abajo. Terminamos tres pavas de mate.

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Estábamos sentados y me dice bueno Oscar vos cebá. Cuando yo agarré el mate se le aflojó la mano y entonces yo le dije qué te pasa? Lo único que me dijo es me siento mal, agárrame las cositas que yo tengo, cuidalas y se me vino encima. Yo me corro, le abrazo y cuando no aguanté más me di la cabeza con el palo que es el horcón del medio del rancho. Le dije a mi viejo que me venga a ayudar porque se me descompuso mi suegro al lado del fogón. No reacciona le dije”
Ramón agregó que sacó un sillón rojo en el que sentó un ratito a su suegro. Como vio que no reaccionaba le dijo a su padre “vamos a sacarle para afuera porque no van a entrar la ambulancia ni el patrullero”. Llevaron a Ramón, que no reaccionaba, “alzado uno de los brazos, otro de los pies y otro de la cintura, como si fuera que lo vas a hamacar”.

 

La distancia entre Villa Fabiana y el bajo Sur es de aproximadamente 700 metros, bastante empinado e intransitable ese día por la intensa lluvia que se producía. El camino estaba cortado en la parte más baja, donde se debería construir una alcantarilla.

Aproximadamente a las 18 horas llegaron a la punta noreste de la Villa. Para pedir una ambulancia se dirigieron al Destacamento Policial que funciona en una casilla rodante, ubicado cerca del suntuoso Hostal del Pinar. Los policías “nos dijeron que estaban todas ocupadas”, agregó Oscar. Después llamaron a un patrullero. “Vino un cana y le estaba dando masajes y le digo que yo estoy conociendo como se manejan ellos. A veces tardan una o dos horas para llegar. No es el primer caso que me pasa. Ellos no entran acá”, aclaró Oscar.

 

Un cadáver en la calle y bajo la lluvia

La hija de Ramón Segovia, Silvana Alejandra, quedó muy mal después de la muerte de su padre y de lo que ocurrió con su cadáver. Vive encerrada en su rancho porque se siente muy deprimida. Cuando el Centro Mandela se acercó al lugar estaba en el patio y rápidamente entró a su habitación construida con plásticos negros, de los que habitualmente se ven en los asentamientos de Resistencia.

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El cadáver de Ramón quedó en la calle, bajo la fuerte lluvia. Ya no respiraba. Como estaba sobre el barro, sus familiares consiguieron dos tarimas de madera y allí lo colocaron, siempre a la intemperie. La familia Sotelo, devota de San Expedito, construyó en la vereda de su casa un pequeño santuario que visitan algunos fieles. Ante la dantesca situación ofrecieron que el cuerpo de Ramón permaneciera en una pequeña habitación ubicada en el esquinero de terreno. Los restos de Ramón quedaron en el piso. Allí permaneció hasta la mañana del día siguiente (jueves).

 

A las 7.30 horas llegaron policías con un auto y se fueron. Después se acercaron otros policías y, lo que se supone, fue un médico forense, que se transportaban en una camioneta. Examinó el cadáver, lo dio vuelta y diagnosticó muerte súbita. Más tarde, después de las 8 de la mañana se hizo presente una ambulancia del Hospital Perrando. Una médica palpó la aorta de Ramón.

 

Lacónicamente señaló “ya está muerto” y se retiraron porque seguía lloviendo, agregó Oscar. Todos dejaron el cuerpo en el lugar.

 

Los policías dijeron que no podían retirar el cuerpo y el personal del Hospital tampoco porque se trataba de una muerte súbita. Pasaron más de quince horas entre el episodio que se produjo en la cocina del rancho de Ramón Segovia, cuando se descompuso, y la intervención de policías y del sistema de salud. Pasaron más horas hasta que un donante desconocido mandó un coche fúnebre y un cajón.

 

Más tarde velaron a Ramón en el cementerio municipal. Dijo que le pusieron “un pantalón corto y una remera. Nos donaron la cochería, tanto como el cajón. No nos dijeron quién donó. Vino el de la cochería y nos dijeron que lo mandaron con un cajón porque nosotros estábamos necesitando. No dijo quién mandó ni nada. Estuvimos en el cementerio hasta las 11 de la mañana. No se lo enterró. Se lo puso en un fosa nomas porque había mucha agua en el cementerio.”

 

Lo que más dolió

Oscar Navarro señaló que “a mí lo que más me dolió es que no nos ayudaron. Cuando fui a la policía no fueron capaces de cargarlo en el patrullero y llevarlo. Yo estaba re-sacado y le dije que en los momentos que se los necesita vos tenés que arreglarte como puedas.
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Hace poco me fui a pedir para llevarle a mi bebé que estaba enfermo y la ambulancia vino a las 2 de la madrugada. Yo arreglé con un conocido que me llevó al hospital. Nosotros ya estamos cansado de reclamar que arreglen el camino para que entren la ambulancia y el patrullero.

 

Cuando llueve es imposible salir. Tener que agarrar tu ropa y encarar la lluvia y el viento y a trabajar.” Oscar gana 200 pesos por día. Trabaja como sereno todos los días, de 8 a 20. Somos cuatro que estamos trabajando en negro.

Centro de Estudios e Investigación  Social  Nelsón Mandela.

 

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