Amanda Jot brindó interesante datos al respecto en una columna para La Nación.
Mitos insalubres
Según los dichos del boca en boca hay que tener contacto sexual regularmente para no sufrir del corazón, de hipertensión, diabetes y obesidad, para mantener tersa la piel, pero es cierto que lo mismo se consigue eliminando las grasas malas de la dieta, haciendo gimnasia a diario y evitando la mala sangre. Sin embargo, la falta de actividad sexual sí podría ser preocupante cuando es involuntaria, cuando querés y no podés, según afirma Modesto Rey, ginecólogo y sexólogo del Hospital Universitario de Burgos, España.
Consultado por el tema en un extenso e interesante artículo sobre el «mito» hoy tan extendido, Rey confirma además que nadie deja de tener sexo o vida sexual mientras esté vivo, pues las fantasías eróticas «operan» en las hormonas sin pedirnos permiso. Sucede, simplemente. «Nadie puede dejar de comportarse como ser sexual. ¿Qué es la abstinencia, no tener prácticas con otras personas, no tener autoerotismo? ¿Alguien puede anular las fantasías sexuales y sus interacciones con el sistema emocional y físico?
La abstinencia solo podría referirse a la falta de prácticas orientadas al orgasmo. Pero no hay estudios que evalúen su impacto en la salud de las personas que han decidido no tenerlas por razones morales o místicas o por miedos. A nivel psicológico, depende de la motivación de cada persona. Conocemos casos en consulta de quienes no tienen relaciones sexuales, pero no padecen trastornos. El problema de fondo es cómo se evidencia el conflicto de quien quiere tener relaciones pero no las tiene», sostiene. «La actividad sexual aporta salud, pero una persona que decide ser abstinente porque lo ha decidido con libertad, no tiene ningún tipo de perjuicio en la salud. La sexualidad es un elemento importantísimo, pero si alguien decide pasar de ella puede estar perfectamente sana», confirma en el mismo artículo Manuel Lucas, presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología.
Tal es la presión por hacerlo en esta sociedad hipersexualizada, que al final resulta un bumerán: léase, es perfectamente entendible la pérdida de ganas. Es como haberse intoxicado con chocolate y después no poder ni olerlo. El desinterés tampoco convierte a un individuo en asexual, una orientación hoy día reconocida como tal debido al alto número de adeptos al club, en todo el mundo (dicen que cerca del 4% de la población mundial).