El gobierno de Mauricio Macri cumple hoy su primer año de gestión que estuvo marcado por una fuerte caída de la economía y debió buscar el equilibrio ante el Congreso de la Nación peronista y frente a gobernadores de diferente color político, lo que consiguió a veces, además de realizar un giro total en la política exterior.
El temor del jefe de Estado de tener una Presidencia condicionada por un superministro de Economía lo llevó al otro extremo, descentralizando la obra pública, la infraestructura y el transporte en otros ministerios.
En tanto, la administración de Cambiemos logró una tarea que hasta días antes de la asunción de Macri muchos consideraban imposible: levantó el cepo cambiario en una semana, retomó las negociaciones con los holdouts y puso fin al default en tiempo récord.
La inflación fue un problema heredado que se agravó durante los primeros meses de gestión macrista y recién empezó a ceder en el segundo semestre, aunque igual va a cerrar el año por arriba del 40%.
Pero lo que no logró hasta el momento es la esperada y anuncia reactivación de la economía, ahora fijada en los pronósticos para el año próximo.
La primavera que vivió con buena parte de la oposición, sobre el final del año, se topó con un rearmado peronista que, con el apoyo de otros bloques antimacristas, logró archivar el proyecto de reforma política y rechazó, para aprobar un proyecto propio, el texto oficial sobre modificación del impuesto a las Ganancias.
La herencia kirchnerista fue el argumento por demás utilizado por el Presidente y el gabinete para desligarse de decisiones polémicas como el tarifazo y su marcha atrás, o los despidos en el Estado.
Respecto de su política exterior, la actitud de la Casa Rosada fue descongelar la relación bilateral con Estados Unidos, alejarse de Venezuela y buscar sellar nuevos acuerdos comerciales.
En materia judicial, un año no parecen sólo doce meses: mientras Cristina Fernández de Kirchner y sus funcionarios lidian con sus males en tribunales, Macri sufre sus propios pesares, con una causa abierta por las empresas off shore de su padre, una vicepresidenta (Gabriela Michetti) imputada y una aliada clave (Elisa Carrió) que fogonea con denuncias contra sus funcionarios y amigos.
Lo cierto es que la alianza oficialista Cambiemos logró cumplir su primer año en el poder con algunos altibajos, como consecuencia del escaso camino recorrido en conjunto, previo al triunfo de Mauricio Macri, y ya comienza a trazar los primeros objetivos de cara al desafío electoral de 2017. Por su parte, el peronismo procesó la derrota electoral de la peor manera, volviéndose incapaz de encontrar una síntesis para desandar el revés en las urnas.
Además, fue desintegrándose en distintas formaciones y abrió su propia “grieta” entre los que decidieron recuperar el pejotismo, para dejar atrás el kirchnerismo, y los que se resistían a ceder el protagonismo y el poder, sosteniendo la figura de Cristina.
Macri, como presidente, marcó una ruptura en lo que fue el principal eje de la política de comunicación de su antecesora, ya que pasó de las casi diarias cadenas nacionales a la prácticamente nula aparición de discursos presidenciales en los canales de televisión abierta, a cambio de fuerte presencia en las redes sociales digitales.
El bloque de Cambiemos de la Cámara alta necesitó del poderoso bloque del PJ-FpV para hacer progresar en el Senado las leyes de su interés, que al principio de su gestión lo logró sin sobresaltos.
Pero la agudización del problema social y la llegada de fin de año, que adelanta el inicio de un 2017 electoral, hizo que en el último mes viera naufragar algunos de sus deseos y que a futuro tenga un panorama complejo en materia legislativa.
Fuente: Los Andes.-