Restauración de especies en el Iberá: un proyecto único en plena marcha

Sociedad

El Centro Experimental de Crías del Yaguareté (Cecy) busca restablecer la presencia, salvaje, del mayor felino de América, que se encuentra en grave peligro de extinción en la Argentina.

En una experiencia sin par a nivel mundial, un proyecto busca restaurar especies extintas como el yaguareté, el oso hormiguero, el pecarí de collar, el tapir, el lobo gargantilla y el guacamayo, entre otras.

El escenario de estos esfuerzos se encuentra en los Esteros del Iberá, donde la provincia de Corrientes y CLT Argentina -con el apoyo explícito de la Nación- articulan el trabajo de científicos que en el caso del oso hormiguero ya va por su décimo año mientras avanza el mayor de los objetivos que es restablecer la presencia, salvaje, del más grande de los felinos: el yaguareté.

Esta última iniciativa se desarrolla en el Centro Experimental de Crías del Yaguareté (Cecy), ubicado en la inaccesible Estancia San Alonso, en pleno humedal, donde se levanta una sorprendente construcción en la que se usaron 300 toneladas de tubos de hierro, más de 100 kilos de alambre, y 1.000 postes para un perímetro de cuatro kilómetros en cuatro octágonos que albergan -por ahora- a una pareja de yaguaretés.

Sin ahorrar en dinero ni esfuerzos, los materiales -un 70% donados por empresas argentinas- fueron cruzados en balsas a la isla en un operativo que llevó varias semanas y que en destino se completó con bueyes que trabajosamente llevaron las toneladas de hierro por un campo gredoso.

En ese lugar, por ahora, se pasean la hembra Tobuna y el macho Nahuel, la pareja de yaguaretés antes en cautiverio y que hoy atraviesan una fase de «asilvestramiento», esto es, un progresivo reaprendizaje de la vida en libertad.

Todo el equipo de CLT y sobre todo los biólogos que conviven con los felinos, esperan, ansiosamente, que los animales produzcan crías con la idea de que los cachorros no dependan en absoluto de los seres humanos y cacen la diversa fauna del lugar: carpinchos, aguara-guazú, venados y, si se recuperan, pecaríes y tapires, entre otros.

Tras la muerte del millonario conservacionista que inspiró la obra, Douglas Tompkins, en diciembre último durante un accidente de kayak en Chile, Sofía Heinonen quedó a cargo de completar los proyectos ideados por el estadounidense, un ecologista pertinaz que puso su fortuna y su vida al servicio de la restauración de especies y ambientes.

El hombre no se limitaba a comprar y devolverle la salud, ecológicamente hablando, a grandes territorios para después donarlos a los Estados nacionales sino que desafiaba a su equipo, en la Argentina unos cien empleados, a «soñar en grande», según contó Heinonen durante una entrevista con Télam.

«No quedarnos con crear áreas protegidas sino que sean parques nacionales, trabajar con la comunidad, crear destinos turísticos, restaurar. La restauración es una visión que en Latinoamérica no existe, porque tenemos tanto territorio y tantos ecosistemas por conservar que no nos planteamos recuperar las especies que se extinguieron», aseveró la joven bióloga.

Heinonen, que heredó la misión de liderar el proyecto, agregó: «‘Doug’ nos trajo la visión de que en el mundo, más allá de los paisajes tenemos que recuperar los procesos ecológicos, trabajar para que los ecosistemas funcionen. Diría que el legado de Tompkins en Sudamérica es la visión de restaurar y que los parques nacionales sirvan como motorizadores de economías locales».

De entre las especies extintas, el vistoso guacamayo rojo cuenta con un proyecto en marcha en Cambyretá, en el norte de los esteros, porque es considerado clave para el funcionamiento de los árboles nativos: dispersa sus frutos y semillas. Además, su espectacular presencia es un atractivo turístico sin par que recupera un valor cultural para los pobladores e implica el retorno de la especie a la Argentina.

En la visión de los ecologistas, la restauración ambiental de los esteros en la que trabajan desde hace 10 años -es notable la diferencia entre los campos ganaderos y los de Tompkins, donde la fauna silvestre estalla- tiene un solo destino: donar en etapas un total de 150 mil hectáreas para el Parque Nacional Iberá, proceso que cuenta con el fuerte respaldo de intendentes de la zona y que ya es ley nacional.

«Pusimos energía y marcamos como prioridad la donación de estas tierras para el parque nacional. Hace tiempo que trabajamos con el gobierno de Corrientes para que la provincia, que tiene un parque provincial, se sienta cómoda con la donación de nuestras tierras con la idea de aumentar la visibilidad, el cuidado y recibir más visitantes», destacó la responsable de CLT Argentina.

Heinonen aclaró que la idea de la ONG es permanecer unos «10 años más» en el territorio aún cuando la Administración de Parques Nacionales tenga el control y vigilancia de la jurisdicción: «Queremos que el mundo vea un parque mucho más consistente, más sólido, con mayor número de especies y con un buen servicio al visitante, que permita a los 10 municipios que están en el entorno vivir de esto y sentirse orgullosos».