Una joven periodista denunció que dos hombres la abusaron durante la tarde del domingo mientras caminaba por el barrio porteño de Palermo.
Manuela Fernández Mendy, una joven periodista, publicó una nota en la que contó el calvario que vivió el domingo en pleno Palermo cuando dos hombres la abusaron.
«Vení, putita», escuchó la joven en el paso a nivel de Soler y terminó en el viejo corredor ferroviario abandonado de Juan B. Justo, a metros del shopping a cielo abierto, Distrito Arcos. Manuela contó todo en primera persona, en una nota publicada en el portal Big Bang News, donde trabaja.
«Un hombre me tomó con abrupta violencia de un brazo, el otro me levantó de la cintura y llevó su mano a mi boca. Todavía siento impregnado el olor a óxido que emanaba. Fueron dos precisos movimientos que me sacaron de mi mural y me acorralaron en ‘el pasillo de Juan B. Justo’, escribió.
«Sentí la navaja rozar mis costillas e instalarse con comodidad en mi cintura. El de gorrita, el mismo que me había deslizado al oído ese repulsivo ‘putita’, sostenía la punzante amenaza contra mi cuerpo, mientras procuraba taparme la boca con firmeza -otra vez, el olor a óxido- y respirarme al oído», agregó.
«El otro, con la perversión impregnada en sus apagados ojos, me miraba de arriba abajo. ‘Mamita’, se regodeó, mientras comenzó a masturbarse. Se mas-tur-bó: no pienso utilizar un sinónimo suave. Comenzó a deslizar su mano con velocidad sobre su miembro y le pidió a su colega que me sacara las calzas. ‘Rápido boludo, rápido que acabo'», continuó.
La joven dijo que nunca se sintió «más sola, ni vulnerada» en sus 28 años. «Mi cuerpo temblaba, mis manos no me respondían y mis piernas comenzaban a aflojarse. Estaba en trance», escribió. También comentó que se defendió con los dientes.
«Mordí sus dedos, que ahora impregnaban de sabor a óxido mi boca, como si les estuviera devolviendo gentilezas a todos los hombres que, a su manera, me habían sodomizado o sometido», dijo. Uno de sus agresores la soltó y se arrastró por el corredor de tierra. «El otro, todavía con el miembro al aire, atinó a agarrarme de una pierna y lo logró. Pero grité. Grité fuerte», añadió.
Fue en ese momento cuando hombre se metió en el pasaje y ahuyentó a los agresores «con su sola presencia». «No sé el nombre de la persona que me rescató. Espero que estas líneas le acerquen mi profundo agradecimiento. Tampoco recuerdo bien cómo llegué a mi casa. Sé que me bañé durante casi dos horas para sacarme el olor a óxido que, sentía, se había impregnado en cada centímetro de mi piel. No hice la denuncia. De nada sirve. La complicidad de la comisaría de la zona con las «banditas del pasillo» es conocida en el barrio», relató.