Tras los inconvenientes por las cancelaciones de etapas debido al agua, para el año próximo la organización intentará armar un recorrido que permita transitar por mayores sectores con arena. Para ello cerrará una particular negociación con Perú. Argentina seguirá siendo el único país latinoamericano que mantiene su relación con el Dakar desde 2009.
Extraña sensación fue caminar por Tagle, entre las avenidas Del Libertador y Las Heras. Esos 200 metros estaban iluminados por el resplandor de una gran fiesta montada frente a la sede central del majestuoso edificio del Automóvil Club Argentino. Allí estaba la rampa, que recibía como héroes a los valientes desafiantes del Dakar, que cerraban un trayecto de más de 9.000 kilómetros de contrariedades y escollos de los que sólo ellos saben de su magnitud.
Pero tras los aplausos y la gran medalla -seguramente la que más valor tiene en sus vidas-, colgada en el pecho, se perdían por la oscuridad de Palermo. Algunos estaban rodeados de afectos y otros apenas cargaban el bolso y la carpa que los cobijó durante 15 días. Así finalizaban el gran periplo, la gran aventura. La carrera “más extrema del mundo”. Y con las luces brillantes apagándose en la gran avenida y la caravana que ya había desfilado orgullosa por esa rampa, ahora se abre, como cada año, el siguiente capítulo para la organización.
En lo deportivo quedó más que claro que la superioridad de Peugeot frente a Mini o a Toyota debe replantear los límites técnicos para emparejar la categoría. Y dentro de ese esquema, esta vez se tuvo el privilegio de disfrutar en plenitud a una gran leyenda del deporte motor como Stéphane Peterhansel, que obtuvo su 13ª victoria en el Dakar, frente a la obsesiva presión del talentoso Sebastien Loeb.
En motos, Sam Sunderland ingresó en la gloria británica, por ser el primero de la isla en vencer en esa categoría. “En mi país, siempre el primero que obtiene un logro mundial como éste, queda en el mármol”, contó en la Base Aérea de Río Cuarto. Que ya se prepare para el pedestal del eterno reconocimiento. En tanto, los rusos celebraron, como ya es costumbre, con sus camiones alistados por las fuerzas de ese país, de la mano de Eduard Nikolaev. Y pese al odio de los “camioneros” rusos a los participantes de motos y cuatriciclos, el joven Sergey Karyakin se consagró entre los livianos de cuatro ruedas.
¿Qué será del Dakar a partir de ahora? Para semejante pregunta, primero hay que afianzarse sobre lo sucedido en estas últimas dos semanas. El Dakar 2017 se puso en marcha en Paraguay. Fue una experiencia novedosa para todos, porque fue la primera vez que la gran carrera pasó por tierra guaraní y así ese país se convirtió en el 29° en recibir a esta aventura. Sin embargo, la mayoría de los sponsors (muchos de ellos argentinos) no se sintieron atraídos con la largada allí y ello complicó la continuidad de varias empresas. De hecho, por primera vez mermó considerablemente la cantidad de anunciantes.
La organización francesa (la empresa ASO –Amaury Sport Organisation–) se las arregló para diagramar un recorrido atractivo con los espacios que tenía a disposición. Frente a la negativa de Chile y de Perú, los dos países con mayor cantidad de arena (para asemejarse al tradicional Dakar africano), apeló a la sabiduría del ex campeón de motos Marc Coma para esgrimir un trayecto distinto en una zona por demás conocida para todos.
A falta del desierto de Atacama, se pasó a un Dakar “selvático”, en el verde de Paraguay, Chaco y Tucumán. Y como Bolivia era dueño en buena parte de esta fiesta, ya que el gobierno de Evo Morales dispuso de 4.000.000 de dólares para la visita a su país, contra 3 millones de Paraguay y cerca de 4 millones de Argentina, una parte generosa del recorrido debía transitarse por el vecino país, donde se expuso a la altura como verdadero desafío para todos.
Si el Dakar se caracterizó por los desiertos, esta vez el agua fue protagonista. Se acortaron dos tramos y se cancelaron otros dos (Oruro-La Paz y Salta-Chilecito). En Argentina el alud en Jujuy complicó la logística. Ante esta magra experiencia, los franceses saldrán a buscar más arenas, no sólo por ellos sino por la presión de los participantes. Del otro lado del mundo, se produjo la aparición de una competencia que se asoma como amenaza, el Rally de la Seda o la Silk Way Rally, que une a Moscú con Pekín compitiendo en el desierto de Gobi. “No es competencia; eso es otra categoría”, sentenció Etienne Lavigne, director del Dakar, al minimizar esa prueba.
Para ello, en los próximos meses, ASO anunciará un acuerdo con Perú, país que no dispondrá de un euro para abonar por el Dakar, ya que tiene como objetivo los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Y como a ASO no le conviene admitir que visitará un país sin recibir los fondos que provienen de otros anfitriones (de hecho también se sentarán con los chilenos), el acuerdo se cerrará como de “cooperación”.
El ministro de Turismo, Gustavo Santos, adelantó que la Argentina seguirá recibiendo al Dakar para ser el único país latinoamericano que mantiene su relación ininterrumpidamente desde 2009, mientras que Evo Morales sube su apuesta año a año para apropiarse del protagonismo de la aventura.
La gran carrera debe reinventarse y volver a sus orígenes. Buscará caracterizarse como aquella vieja aventura que se trazaba en África. Si bien los motores aún están calientes tras semejante exigencia y el pecho de cada participante aún late fuerte por las emociones, para la organización comienza ahora la gran aventura de seducción para diagramar la mejor opción del Dakar 2018.
Clarín/ASO.