Escapó de un taller clandestino y ayudó a liberar a siete chicos

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La mujer se escapó y pidió auxilio. Había también tres adultos, todos de Bolivia, viviendo en condiciones inhumanas. Los explotadores eran una pareja de la misma nacionalidad. Les pagaban $ 100 por semana, según fuentes judiciales.

Durante dos meses fue maltratada, abusada verbalmente, golpeada, obligada a trabajar más de 14 horas por día, para luego vivir hacinada junto a otras 10 personas que eran obligadas a trabajar en un taller textil en el barrio de Floresta.

El miércoles, minutos después del amanecer, la mujer, embarazada de seis meses, logró escapar de sus captores, una pareja que los explotaba.

Atrás tuvo que dejar a sus dos hijos, de 14 y 5 años, para buscar ayuda. Y luego de deambular por las calles de Capital, logró acercarse a un centro de Acceso a la Justicia, donde relató su situación y la de las otras personas que habían quedado en el lugar.

Con ayuda de una embarazada, rescataron a siete chicos de un taller clandestino en Floresta
Costura. Una de las principales actividades de los talleres clandestinos, como el de Floresta.

Horas después, en un operativo conjunto de la División Trata de la Policía Federal y dos equipos de psicólogas del Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento a las Víctimas de Trata de Personas (PNR), del Ministerio de Justicia de la Nación, se allanó el domicilio donde estaban cautivos siete menores y tres adultos, todos de nacionalidad boliviana.

Detuvieron a la pareja que los explotaba, también de Bolivia.

Las condiciones en que se encontraron a las víctimas eran infrahumanas. Vivían con roedores e insectos, sin agua caliente y otros insumos básicos.

Un hombre explotado allí contó que el año pasado su pareja falleció por contraer dengue.

Una mujer relató cómo fue acosada sexualmente mientras al mismo tiempo era golpeada.
Cada persona recibía $ 100 por semana, a modo de “adelanto”, que era utilizado para comprar comida. En tanto, cumplían con arduas horas de trabajo forzado cosiendo prendas de vestir o vendiendo comida a los locales de la avenida Avellaneda, en Flores.

La modalidad de captación fue a través de promesas de dinero, vivienda sin costo y el pago de pasajes desde Bolivia a Argentina. Esto genera una «deuda» inicial de las víctimas con los tratantes.

Pero las promesas, siempre engañosas, nunca se cumplieron. Y el dinero que les correspondía por su trabajo fue retenido sistemáticamente para «cubrir” deudas de pasajes y vivienda. Además, según indicaron a Clarín fuentes del PNR, “los tratantes tenían un vínculo familiar con las víctimas”, sin precisar cuál.