Utre Ctera rinde homenaje y recuerda a un maestro militante que murió asesinado por el poder cuando reclamaba por sus derechos.
Carlos Fuentealba daba clases en dos escuelas secundarias, se había recibido con mucho esfuerzo y era un buen docente y un buen padre. Había salido a protestar por aumento de salario junto a sus compañeros de Aten, su sindicato. Recibió como respuesta una granada, no un tiro ni una bala perdida, sino una granada enorme, bestial, en su cabeza lúcida.
Si bien se juzgo al asesino, Poblete, todavía sigue el juicio por los responsables de este crimen, quien fuera gobernador de la provincia, Sobich.
Matar a un maestro que lucha es intentar disciplinar por el miedo al resto de los trabajadores. La respuesta a diez años de ese crimen muestra el espíritu de ansia de justicia y defensa de derechos de los docentes. Hoy las enormes luchas del sector docente renuevan y actualizan la memoria de lo que pasó en Neuquén. Pero no sólo recordamos a Fuentealba por el minuto de su asesinato. Lo recordamos como un buen maestro que cuando decidía luchar ponía el cuerpo. Porque enseñar significa muchas veces librar numerosas batallas contra condiciones adversas de trabajo, que son a la vez infames condiciones de aprendizaje para nuestros alumnos.
En esas aulas se talla la sensibilidad de los maestros. De esa combinación de injusticia y rebeldía nacen los cientos de miles de Carlos Fuentealba que poblaron en estos días nuestras inmensas movilizaciones por apertura de paritarias nacionales, por aumento de salarios, por capacitación continua, por mejora en las condiciones laborales. Nosotros estamos en nuestra escuela de todos, donde nadie nadie «cae»: es la escuela que levanta a los hijos del pueblo de la miseria planificada y el egoísmo de las élites. Es ella el único lugar donde se distribuyen a los niños y jóvenes las palabras, los números, el arte y las letras que se reparten como panes y peces infinitos de la cultura. Es desde esas aulas donde se intenta construir desde abajo una sociedad mejor, más bella y justa para todos.
Quienes mataron al profesor Fuentealba creyeron que nos dejaban con un maestro menos. Nosotros hoy sabemos, en cambio, que en cada aula donde se ayuda a que los chicos piensen y aprendan, en cada escuela donde el afecto dirige la enseñanza, en cada maestro y en cada padre solidario con la causa de los trabajadores, Carlos Fuentealba, el obrero que estudió de profesor, está presente.