El chico, de 11 años, decidió llevar el hecho a la justicia pero el magistrado a cargo del caso resolvió que dicho golpe estuvo justificado. «Fue una clara exhibición por parte del menor de una actitud de síndrome de emperador, que únicamente busca humillar y despreciar a su madre», dijo el funcionario judicial.
José Antonio Vázquez, responsable del Juzgado en lo Penal Número 2 de La Coruña expidió la sentencia a favor de la madre, al considerar que todo fue culpa del niño, y absolvió a la mujer.
De acuerdo con el relato de los hechos probados, todo ocurrió en la casa donde «el menor hacía caso omiso» al pedido de la mujer para que «colaborase poniendo el desayuno». No sólo «permanecía escuchando música», y «no obedeció sino que llegó a arrojar el teléfono».
Entonces, la madre «con el fin de que depusiese su actitud rebelde y violenta, le dio un bofetón muy fuerte la altura del pómulo izquierdo».
Además, el proceso analizó otra discusión en un momento posterior cuando el menor quiso irse de la casa. En esa ocasión, la mujer «intentó evitar que el pequeño saliese, para lo cual lo agarró por la parte posterior del cuello, causándole un arañazo».
A partir de lo ocurrido, el fiscal pidió para la madre una pena de 35 días de trabajos comunitarios, además de la prohibición de comunicarse con su hijo y de acercarse a un radio de 50 metros del chico y del domicilio donde viviera.
Sin embargo, el magistrado sobreseyó a la mujer al remarcar que «sorprende la calculada frialdad del menor», que trató «de dirigir la declaración y controlar todo el testimonio».
«Da pena comprobar su total falta de empatía», sostuvo el juez, quien destacó que en el incidente con el teléfono «la actuación del menor es totalmente equivocada».
«Por suerte, su familia es acomodada y puede permitirse tirar el dinero de un teléfono de alta gama, cuyo precio es igual a los ingresos mensuales con los que se ven obligados a vivir más del 50 por ciento de la población española», recordó Vázquez Taín.
«Su comportamiento no sólo muestra desprecio hacia la autoridad materna, sino también hacia el esfuerzo y trabajo que supone ganar un salario con el que adquirir bienes. Y, además, incurre en el acto de violencia que supone arrojar el teléfono», puntualizó el juez.
De acuerdo con el magistrado, se trató de «una clara exhibición por parte del menor de una actitud de síndrome de emperador, que únicamente busca humillar y despreciar a su madre».
«De no mediar una inmediata corrección, el menor trasladará dicho comportamiento a terceros y comenzará a comportarse igual con compañeros, vecinos, etc.», explicó el fallo, para luego considerar que «acudir a una corrección física moderada está justificado».
«Y así se hizo», señaló el juez, quien concluyó: «La acusada no abofeteó a su hijo para causarle una lesión, su intención era clara y trataba de poner fin a la actitud violenta del menor, que es el que primero acude a un acto físico de fuerza, y a su comportamiento totalmente despectivo hacia ella, negándose a algo tan lógico como poner el desayuno».