Hace poco más de 20 años, Hashmot Ali estaba recostado en su bote, amarrado a un pequeño muelle desolado.
Dormía. Fue luego de una pesca tranquila. Quería llevar un par de peces a su hogar para alimentar a su familia. Estaba en uno de los traicioneros canales entre los bosques de Bangladesh cuando su vida cambió por completo.
Súbitamente sin esperarlo un tigre (sí, un tigre) saltó sobre él y comenzó a atacarlo. Salvó su vida de milagro. Sin dudas. Pero la mitad de su rostro, golpeada una y otra vez por las garras del salvaje animal, quedó desfigurada.
Padre de tres hijos, Hashmot se refugió en su pueblo y apenas sale de su precaria vivienda. No quiere ser juzgado por las heridas que surcan su rostro. Prefiere ocultar su cara de los demás con pañuelos que la atraviesan en diagonal. Sólo puede verse su ojo derecho.
Pero hoy, con 45 años, el pescador decidió mostrarle al mundo cómo quedó su vida. Es una catarsis especial que siente que liberará los demonios que lo cubrieron de pensamientos sombríos durante más de dos décadas.
Ahora llegó a Dhaka, la capital de Bangladesh para que la reconstrucción plástica de su rostro. Quiere reconocerse frente al espejo. «Necesito desesperadamente que mi cara sea mejorada. Es muy importante volver a lucir normal. Quiero mi vida con orgullo. No quiero ocultarme más detrás de esta máscara», dijo en declaraciones publicadas por Unilad.
El proceso quirúrgico para reconstruir su aspecto podría demorar dos años, según le confiaron los médicos especialistas que consultó en la capital de su país. Hashmot, casado y con tres hijos, quiere volver a ser quien era. Y está dispuesto a esperar un tiempo más.
Infobae.