El Gobierno insistirá con el proyecto a pesar del rechazo sindical a los cambios en la ley de Contrato de Trabajo. Pichetto avisó que ese entendimiento será la única llave para una aprobación en el Senado.
El Gobierno retomará esta semana la negociación con la CGT con la expectativa de zanjar el rechazo sindical al núcleo de la reforma laboral que impulsa y enviar antes del lunes próximo el proyecto al Senado para evitar el factor que preocupa a todos los protagonistas: la intervención de Cristina de Kirchner en el debate una vez asumida en la Cámara alta. El ministro de Trabajo, Jorge Triaca, evaluaba llamar hoy mismo a los referentes de la mesa chica de la organización para un encuentro reservado sobre los puntos más conflictivos, que pasan en su mayoría por las modificaciones a la ley de Contrato de Trabajo.
Cerca de Triaca confirmaron que el Ejecutivo enviará en cualquier caso una iniciativa al Congreso a más tardar el lunes próximo. La fecha está marcada como decisiva para cumplir los pasos parlamentarios y facilitar el tratamiento en las sesiones ordinarias, previo al arribo de la exmandataria. El plan contempla que en caso de ser exitoso el primer paso el proyecto podrá ser tratado en Diputados durante el período de sesiones extraordinarias.
La estrategia oficial no está exenta de dificultades. La semana pasada la CGT la hizo tambalear con un rechazo rotundo a todos los puntos vinculados a la Ley 20.744, que pasan por cambios en el concepto de «trabajo» (tendientes a igualar a empresarios y empleados cuando la jurisprudencia local e internacional marca que se trata de un vínculo entre desiguales); la habilitación de «bancos de horas» vía Convenios Colectivos de Trabajo; la reducción de las indemnizaciones por despido y del plazo de prescripción para iniciar demandas judiciales; la flexibilización del criterio de «ius variandi» (que sanciona los cambios unilaterales producidos por los empleadores), y la consagración de la tercerización y subcontratación en áreas como la seguridad, la limpieza y el transporte en las compañías. Ayer, a las voces contrarias al proyecto se sumó la del mecánico Ricardo Pignanelli (SMATA), un dirigente bien visto por la Casa Rosada: «Esta reforma sólo va a empeorar las cosas», dijo en radio El Mundo. Sobre algunos de estos puntos, y como había adelantado este diario, los funcionarios ya habían dado a entender que habría flexibilidad con el objetivo de torcer la negativa expresada por el Consejo Directivo de la central la semana pasada. Por caso, el término «trabajo» podría quedar sin cambios en el anteproyecto a ser enviado al Senado. Las modificaciones, no obstante, estarán atadas a la posibilidad de un acuerdo integral con la CGT. De lo contrario, avisaron cerca de Triaca, la iniciativa irá sin cambios.
El Gobierno sabe que en la Cámara alta el proyecto sólo podrá prosperar con un guiño favorable de la CGT. Así lo hizo saber el presidente del bloque del PJ, Miguel Pichetto, con el que la central sindical mantuvo varios contactos en los últimos días. También lo hizo con el gobernador de Tucumán, Juan Manzur, y esta misma semana prevé encontrarse con otros mandatarios provinciales a fin de fortalecer una posición de bloque.
Esa postura de fuerza relativa tiene, sin embargo, a Cristina de Kirchner como factor de desequilibrio potencial. Es que su irrupción en el Senado no pondría sólo en situación de incomodidad a los legisladores de Cambiemos sino, sobre todo, a los del peronismo y, por carácter transitivo, a la propia CGT.