La policía llegó al lugar alertado por un médico que intentó ingresar a la casa para realizar un censo sanitario. Los vecinos afirman que ya no soportaban el hedor que salía de la casa.
Neneng Hatidjah, una mujer de 77 años que vivió toda su vida en una vivienda de Cimahi, en la isla indonesia de Java, impidió el ingreso al médico que intentaba realizar un censo sanitario. Alertado por el olor nauseabundo que sintió al ser recibido, el doctor consultó con los vecinos, quienes le indicaron que el olor era constante pero que ya no sabían cómo solucionar la situación.
El médico decidió intentar nuevamente y golpeó a la puerta de la mujer. Al ingresar descubrió el horroroso escenario: la mujer vivía sola y mantenía los cuerpos en descomposición de su marido y de su hija. Tras ser descubierta la situación, Neneng Hatidjah contó que en la casa también vivían otros dos hijos, e indicó que su marido y su hija fueron víctimas de una enfermedad pero que había decidido no enterrarlos con la esperanza de que resucitaran.
Los cadáveres aún estaban cubiertos con ropa y estaban delimitados con café molido alrededor de los cuerpos. En el lugar había gran cantidad de frascos de perfume, en un vano intento de eliminar el olor. Según explicó la dueña de la casa, decidió conservar los restos de su esposo y de su hija porque esperaba que algún día pudieran resucitar, porque cuando estaba cerca de ellos “se oían cuchicheos».
