Mayra Ripari ya hizo cuatro denuncias contra Jesús Yamil Vargas Molina, y tiene una orden de prohibición de acercamiento que sigue sin cumplirse. «Están esperando una muerte para actuar», aseguró.
El 6 de septiembre de 2015, Mayra Ripari estaba amamantando a su hijo cuando vio que su pareja policía, Yamil Vargas, le estaba apuntando con su arma reglamentaria en la frente. En la cama de al lado, dormían sus otros dos hijos. Ella se sacó al nene del pecho y puso su mano justo delante de la pistola. Entonces, escuchó la explosión del disparo. La bala le rozó la muñeca, entró por su ojo izquierdo y salió por la mejilla derecha. Mayra perdió el ojo y desde entonces no sabe cómo es vivir sin miedo.
Estuvieron juntos casi 10 años, de los cuales convivieron 8 en una casa que alquilaban en la localidad de Maipú, en Mendoza. “Viéndolo hoy en día, todo el tiempo fue violento, pero en el momento no lo notaba. Siempre me insultaba, me rebajaba, me decía que no era como otras mujeres”, contó Ripari a Telefe Noticias
Hace cuatro años, fue la primera situación de violencia física en la pareja. Él había salido a la noche y volvió borracho. “Entró a la habitación, donde yo estaba acostada con los nenes, y me sacó de los pelos de la cama. Ahí me fui de mi casa, tenía todo el cuerpo marcado. Después me vino a buscar diciéndome que lo perdonara, que no se acordaba de nada”, relató la joven de 27 años.
Un año después, Ripari llegó al hospital con un balazo en el ojo. Mientras ella estaba inconsciente, Vargas dijo que había sido un accidente, que él estaba verificando el arma cuando accidentalmente se le disparó.
La mujer estuvo 19 días internada. Le hicieron una cirugía en el ojo, el cual finalmente terminó perdiendo. Además, le operaron la nariz y el paladar para reconstruirlos por dentro, y la mejilla para cerrar la salida de bala.
Cuando le dieron el alta, Ripari se fue a vivir a la casa de sus papás y se separó de su expareja. De a poco, empezó a rehacer su vida y al año pudo conseguir un trabajo. “Estaba re contenta, porque imagínate que no es fácil encontrar algo con un parche en el ojo y pesando 45 kilos, porque había adelgazado muchísimo”, aseguró.
A la semana, Vargas apareció en la empresa en la que ella trabajaba. Empezó a llamarla, a decirle que salga a la calle, que tenía que explicarle por qué ya no estaban más juntos. “Te amo, no te voy a dejar nunca”, le decía. Incluso, llegó a meterse adentro de la compañía para buscarla.
En ese entonces, Ripari pidió una orden de prohibición de acercamiento y Vargas fue apartado de su cargo en la Policía. Pero él siguió escribiéndole mensajes y llamándola por teléfono. La joven decidió cambiarse el número, pero al poco tiempo él volvió a conseguirlo y siguió acosándola.
“No puedo salir. Voy a trabajar porque tengo que trabajar, tengo tres hijos, pero no puedo salir. Hubo un tiempo en que estuve tratando de salir para distráeme, con amigas. Pero él siempre pendiente de lo que hacía. Un día fui a un recital y apareció atrás mío. ‘Viste que sé dónde estás’, me dijo”, contó la joven.
Después de cuatro denuncias, sólo consiguió una orden de prohibición de acercamiento que sigue sin cumplirse. Hace tres semanas, cuando fue a buscar a sus hijos a la escuela, Vargas se apareció en el lugar. “Mi hijo más grande se escondió atrás mío y el otro me agarró la remera. Ellos le tienen miedo. Todo el tiempo me decía ‘tenemos que hablar’, me hacía acordar a otro tiempo y me hacía sentir muy mal”, confesó.
“Vivo con miedo todo el tiempo. Me da miedo que me quiera arrebatar a mis hijos o que por quererme hacer daño a mí los termine golpeando a ellos. Me siento completamente insegura. Salgo a la calle y salgo con miedo. Están esperando una muerte para actuar. Porque algo grave ya me pasó, y me salvé de milagro”, dijo la joven.