Se trata de Marcos Linares, oriundo de Paso de los Libres, quien se reencontró con los suyos tras más de dos décadas de deambular por Buenos Aires, sin techo y con lo justo.
La historia de Marcos Linares es un claro ejemplo de esta dinámica en la que se conjugan lazos solidarios y la actitud comprometida de aquellos que aportan su granito de arena en la construcción de una sociedad mejor. Nacido en la correntina ciudad de Paso de los Libres, Marcos Linares tiene 54 años y hace 24 que dejó su hogar. Buena parte de estas dos décadas y media, la pasó en situación de calle en la ciudad de Buenos Aires, destino al cual llegó en busca del paradero de su madre biológica. No solo no cumplió con ese objetivo, sino que jamás pudo insertarse laboralmente.
En el medio hubo una estadía en Brasil. En una Buenos Aires que avasalla y fagocita, el hombre de acento mesopotámico comenzó a deambular sin rumbo, zigzagueando en ese derrotero errático de los que se sienten desclasados y a los que buena parte de la sociedad naturaliza para no verlos. Curiosa paradoja. Su familia, como sucede en muchos casos, lo dio por muerto, intuyendo un asesinato en Brasil.
El deseo de encontrar a su familia
Fueron 24 años de olvido, de abandono, de dignidad vulnerada, no pudieron contra la poderosa sinergia de esas jugarretas a favor que la vida suele deparar, socorrida por la mano tendida de quienes se comprometen en dejar de lado las naturalizaciones impúdicas y decidirse a ayudar. Aquella mañana de lluvia del lunes 23 de abril en la que Oscar Ulchak, vecino de Tigre, se sentó a conversar con Marcos en una plaza del barrio, sería el puntapié inicial para destrabar el nudo de la desolación y el abandono en los que estaba sumergido. Oscar, intuyendo que algo poderoso podría suceder, se tomó una fotografía con Marcos y la subió a las redes sociales indicando la identidad del hombre y su deseo de encontrar a los suyos. Viralización mediante, la familia fue alertada en Corrientes.
En simultáneo, la imagen de Marcos comenzó a circular en un chat de Voluntarios de Red Solidaria, esos que están siempre atentos y listos para emprender la ayuda. Rápidamente, la familia, sin poder creer lo que se ramificaba por las redes sociales, se contactó con el Municipio de Paso de los Libres para acelerar el encuentro. Allí, Ricardo Vassel, integrante del Departamento de Derechos Humanos de la comuna, motorizó la organización para que la familia de Marcos pudiese viajar a Buenos Aires. Así fue cómo no dudó en ofrecer su propio vehículo y, finalmente, en sacar los pasajes para que María, hermana de Linares, y Raquel, su prima, pudiesen trasladarse.
Sin embargo, en el medio, una pequeña zozobra sacudió a todos: cuando se intentó localizar a Marcos en la plaza de San Fernando, él ya había partido con el habitual rumbo desconocido de los que no tienen destino preciso.
El martes 24 de abril, se produce el milagro. Un prodigio sucedido por obra y gracia de una fuerza superior, dirán algunos. Otros, se aferrarán al inexorable poder de las energías que se atraen. Unos y otros coincidirán en la potestad del compromiso de quienes ejercen con acción la solidaridad.
Ese martes 24 de abril, en horas del mediodía, Tomás Chaufan, voluntario de Red Solidaria, regresaba de sus ocupaciones en San Isidro cuando observó, desde su vehículo, a un individuo con los mismos rasgos del hombre cuya imagen había difundido el chat de la Red. «El sol me encandilaba, pero lo pude distinguir por los rulos», dice a LA NACIÓN, este joven de 22 años aún movilizado por la experiencia. Sin dudarlo, decidió detener su auto y encararlo. Al preguntarle el nombre, no quedaron dudas: se trataba de Linares.
-¿Sos Marcos?
-Si. Soy Marcos Linares.
-¿De dónde sos?
-De Paso de los Libres.
Allí estaba Marcos junto a sus cartones, esos que son asiento y frazada. Sus únicos enceres. Preciados por él, no por su valor, sino porque significaban la pertenencia posible. «Me quedé helado, pero mis emociones pasaron a un lado. Me puse totalmente operativo para que se pudiese concretar el objetivo, tardé en tomar conciencia de lo fuerte de la situación. Lo único que quería es que se pudiese reencontrar con su familia», explica Chaufan, quien, además de trabajar, cursa la carrera de Diseño Industrial en la Universidad de Buenos Aires. Inmediatamente, Tomás se sentó a conversar con Marcos bajo un aura luminoso que era toda una metáfora de la situación. La intersección de Hipólito Yrigoyen y avenida Del Libertador fue el cruce del milagro.
Llamé a la policía, pero como no había una denuncia previa, se fueron. Así que me quedé solo con él. La gente pasaba bastante indiferente. Solo una vecina se acercó con una muda de ropa», explica el joven. La melena enmarañada, la tez bien oscura, algunas cicatrices. Un pantalón varios talles más grandes atado con una piola y harapos que poco tenían que ver con un abrigo. Así estaba Marcos. Tomás lo ayudó a cambiarse y le ofreció un almuerzo. «¿Tenés hambre? ¿Qué querés comer?», le preguntó. La respuesta fue una obviedad. «Algo barato», le acotó Linares, enraizado en la carencia. Tomi, como lo llaman en su familia y sus amigos, rápidamente, siguiendo esa condición de operatividad, se fue a comprar milanesas con papas fritas. Y a contactarse rápidamente con la gente de la Red Solidaria. En realidad, envió la foto al chat familiar y su hermana Milena fue quien se encargó de dar la noticia al grupo Frío Cero de la Red que lidera Juan Carr. «Marcos estaba buscando ayuda. De hecho, me repitió varias veces que le había pedido a Dios encontrar a su familia. Dada su vida inclemente, sus parámetros de memoria son endebles y no tiene gran noción del tiempo. Pero está claro que anhelaba regresar con los suyos».
Feli García Olano, otra integrante de la Red Solidaria, acudió al lugar para ayudar a Tomás en su misión. «Estuvo junto a mí en todo momento, fue fundamental para que todo pudiese salir bien», reconoce Tomi. Juntos llevaron a Marcos al Hogar de Tránsito Cura Brochero de Olivos. Marcos quería llevarse consigo sus cartones, y hasta las migas que habían sobrado del almuerzo. Y sí. Aunque escaso, eso era suyo. Allí, en el Hogar estallado de solidaridad, Marcos pudo higienizarse y dormir abrigadamente. Prácticas cotidianas que él no ejercitaba desde hacía años. «Tenía mal olor, su ropa estaba muy sucia, las zapatillas en un estado deplorable. Hubo que ayudarlo a bañarse porque había perdido la costumbre de ducharse y hasta de utilizar un inodoro. Son hábitos culturales incorporados, pero que los podemos perder. Al día siguiente, Marcos era otro. Tan solo con un baño caliente, ropa limpia, una cena y una cama, pasó a ser otra persona. Incluso estaba más lúcido», explica Chaufan.
Estación Retiro
El miércoles 25 de abril, Tomás amaneció temprano. Aún era noche cerrada cuando partió, junto a Feli, hacia el Hogar Cura Brochero. Cerca del mediodía llegaría el anhelado encuentro en Retiro de Marcos con su hermana María y su prima Raquel. Ellas arribarían desde Corrientes para abrazarse con su ser querido y luego partir, los tres, hacia el litoral para recuperar el cuadro familiar arrebatado más de dos décadas atrás.
«Llegamos muy temprano a Retiro. No quería que la emoción jugase una mala pasada. Era mejor aclimatar a Marcos antes del encuentro con su familia», explica el joven que ya es todo un héroe solidario. Tomás le propuso ir a desayunar al bar, pero Marcos le dijo que no lo dejarían ingresar. «Con esta pinta de mendigo, me van a echar», reconoció acostumbrado al desprecio al que se vio sometido durante años. «Sos mi invitado, y vas a desayunar conmigo. Nadie te va a echar», le retrucó Tomás. Luego del café con leche llegó el momento del abrazo con su hermana y con su prima. Cercanas y lejanas al mismo tiempo. Es lógico. Minutos después, los tres partieron hacia Corrientes donde Marcos se reencontró con su padre de 81 años. Emociones demasiados fuertes. De esas que marcan. Y todo lo transforman. Una vez que el ómnibus partió y se alejó de la terminal de Retiro, Tomás pudo descomprimir su alma. Dejó de estar «operativo», como le gusta describirse, para relajarse y permitirse llorar. Así regresó a su casa. Con la certeza de la labor cumplida, pero con la consciencia que solo fue un grano de arena en la inmensidad de las necesidades solidarias. De todos modos, de granos está hecha la playa.
Los prejuicios y la realidad
«Pensar que todos los que están en la calle son peligrosos, es gravísimo. Hay gente muy buena, que no pudo elegir estar ahí o no. Hay que perder el miedo, hay que acercarse. La gente en situación de calle no es diferente que en otras circunstancias, hay gente buena y gente mala, igual que en todos lados. Parece una obviedad, pero hay que concientizar al respecto. La ayuda que uno dé, les puede cambiar la vida. No se trata de mucho, sino de acciones mínimas. Desde que entré a Red Solidaria, comencé a conocerlos y me di cuenta que tenemos muchas más cosas en común que las que uno supone. Hay que romper la primera barrera. Yo la rompí con las cenas que ofrece Red Solidaria en Plaza de Mayo. Fue un buen camino de inicio. Es necesario remarcar que nadie la pasa bien en la calle, porque la calle no es un lugar para vivir», explica Tomás quien está organizando un envío de donaciones para paliar algunas de las necesidades de Marcos y su familia.
Cuando en los próximos días se cumpla un mes de la nueva vida de Marcos Linares, el moreno de Paso de los Libres ya tendrá su DNI, su partida de nacimiento y muy avanzados los chequeos médicos para evaluar el daño que pueden haber causado en su cuerpo los días y las noches a la intemperie, la falta de una buena alimentación y la nula asistencia sanitaria y médica. Como sucede siempre, los lazos en red son los que cumplen los objetivos. Para los integrantes de Red Solidaria los individualismos no corren. Todo se hace en equipo. Así fue como se siguió sumando gente para ayudar a construir la nueva vida de Marcos. Diego D´Ocampo del Club de Leones de El Talar fue quien se comunicó con el Club de Leones de Pasos de los Libres para que, desde esta institución, se pongan en marcha las acciones de obtención de documentación, pensión por discapacidad, los chequeos sanitarios y la obtención de medicamentos para Linares. En concordancia, otras manos se siguen sumando. Incluso, se está motorizando la donación de implementos para la elaboración de pan, dado que el padre de Marcos tiene la ilusión de legar en sus hijos el oficio. Por estas horas, Diego D´Ocampo está organizando un viaje, junto a su esposa, para llevar donaciones de ropa, alimentos, e insumos para el hogar que llegarán a manos de Marcos y su familia.
«Al conocer a la gente que vive en la calle, por las noches no puedo descansar tranquilo cuando hace mucho frío o llueve. No se puede estar bien sabiendo que hay tanta gente deambulando por ahí». Tiene solo 22 años. Un temple «operativo». Y, sobre todo, un alma solidaria. Tomás Chaufan, es un joven imprescindible. Necesario. No es el único. Pero hacen falta más.
Andrea Churba: orgullo y voz de mamá
«Mamá, hice lo que haría cualquiera, hice lo que había que hacer». Touché. Tomi me dio una lección. Quizás más intensa, más profunda, más grande que cualquiera de las que yo le di en estos 22 años. Tengo muchas historias para contar sobre las personas con las que trabajo pero esta historia que me tiene como mamá, me enorgullece. Pienso que algo está cambiando en las generaciones que nos suceden. ¿Acaso será que nos ven monstruosamente y buscan modificar el paradigma con el que fueron educados? ¿O, por el contrario, será el resultado de una generación, la mía, que viene sembrando una conciencia que ahora está dando sus frutos? Sí, es cierto que soy voluntaria y participo de algunos otros proyectos sociales y comunitarios, y es probable que, algunos en mi círculo íntimo, mis hijos en este caso, hayan visto a través de mí una pasión que les mostró, de alguna forma, un camino posible. Aún así, hay algo que no deja de sorprenderme, que me impulsa al orgullo irrefrenable, a la satisfacción más profunda y nada banal de saber que detrás de mí hay una cadena de hacedores ineludibles que saben mirar al otro. Mirar no es similar a ver. Siento que esta nueva generación aprendió y aprehendió a prestar atención. A que el otro no le pase inadvertido. Tomi se puso operativo. Pero antes miró. Y luego contuvo. Para mí fue extraordinario lo que hizo Tomi. Y, sin embargo, él se encargó de derrumbarme la grandilocuencia. ¿Qué será hacer algo extraordinario? ¿Construir un gran castillo? ¿Inventar algo que se transforme en imprescindible para la sociedad? Puede ser.
Recuperar a Marcos es un hecho extraordinario. No por lo infrecuente, aunque debería ser más usual. Sino por lo poderoso. Tomi, en este caso, y tantos otros que tienden su mano, convierten lo excepcional en cotidiano. «Estoy operativo». Cuando Tomi me puso en situación, pasé por todas las instancias por las que puede pasar una madre. ¿Llorar? Algo de humedad en los ojos hubo. ¿Por qué negarlo? Marcos repetía una y otra vez que le había pedido insistentemente a Dios volver a ver a los suyos. Y yo que soy agnóstica no sé si creer o reventar. Tomi me cambió el paradigma y me rebeló el paso del tiempo. Cuando me dice que su gesto es algo natural, que lo haría cualquiera, me coloca en blanco sobre negro la evolución. Ese fenómeno milagroso. ¿Milagroso? Soy agnóstica. Otra vez lo digo. Y me inquieto. ¿Y si comienzo a creer? Creo. En Tomi, en Milena, mi otra hija. Supieron mirar, prestar atención, contener. Creo en los voluntarios de la Red Solidaria que trabajamos en grupo sin individualidades. Creo. En el ser humano a pesar de todo. A pesar de los miles que nos cruzamos alguna vez con Marcos y no lo vimos. O no lo quisimos ver. Escribo. Y ejerzo la catarsis. Un hijo le rebela algo a su madre. Es mi hijo. Soy su madre. Planté la semilla. Pero la planta ahora crece sola. Segura. Enraizada en nuevos valores. ¿Y si festejo? No, no puedo. Aún hay miles de Marcos esperando que suceda eso que algunos llaman milagro. Yo prefiero connotarlo con lo terrenal. No es milagro. Es el hombre. Y su poderosa herramienta de transformar. Y transformarse. A mí, Tomi me transformó.
Cómo ayudar en caso de un familiar perdido
1- Hacer la denuncia en la comisaría de la zona.
2- Solicitar a la policía qué juzgado o fiscalía va a intervenir. También se puede acudir directamente a la fiscalía.
3- Difundir la búsqueda entre amigos, familiares y redes sociales.
4- Llamar a la Red Solidaria: (011) 4450-8204 / *1000 o Missing Children (en caso de un menor): 0800-333-5500
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Fuente: La Nación.