El referente de la izquierda Andrés Manuel López Obrador prestó el sábado juramento como nuevo jefe de Estado de México y, de manos del diputado Porfirio Muñoz Ledo, recibió la banda presidencial que le entregó el mandatario saliente, Enrique Peña Nieto.
«Prometo guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de Presidente de la República que el pueblo me ha conferido de manera democrática, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere que la Nación me lo demande», dijo al recibir la banda presidencial.
López Obrador, quien será presidente de 2018 a 2024, recibió la banda presidencial de manos de Muñoz Ledo, presidente de la Cámara de Diputados y uno de los padres de los movimientos de izquierda en México al separarse en 1988 del Revolucionario Institucional (PRI), el partido de Peña Nieto.
En la tribuna, antes de que llegaran Peña Nieto y López Obrador, que arrasó en los comicios del 1 de julio con más de 53 % de los votos, los legisladores dieron su posición sobre la investidura presidencial.
Más de 13 años después, y al fin con la banda tricolor sobre el pecho, el líder del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) dibujó en su primer discurso un proyecto que pretende enterrar décadas de neoliberalismo. “La crisis de México se originó no solo por el fracaso del modelo neoliberal aplicado en 36 años, sino también por el predominio de la más inmunda corrupción pública y privada… Lo digo con realismo y sin prejuicios, la política económica ha sido un desastre, una calamidad para la vida pública del país”.
El primer mensaje del político, desde la tribuna de la Cámara de Diputados de San Lázaro, en el centro de la capital mexicana, fijó su hoja de ruta para un Gobierno de seis años. Fue un largo discurso que abarcó desde su programa social hasta la promesa de poner fin al fracking y a los transgénicos. No obstante, en el centro del mensaje está la promesa de poner fin a la corrupción y dar un cambio ejemplar en el reflejo que el poder da a la ciudadanía en un país acostumbrado a ver a sus políticos rodeados de opulencia y riqueza. “Nada ha dañado más a México que la deshonestidad de los gobernantes y la minoría que ha lucrado con el influyentismo”, afirmó el mandatario. Minutos después agregó: “¡No tengo derecho a fallarle al pueblo de México! Nada material me interesa y no me atrae la parafernalia del poder. Soy consciente de la gran expectativa que tienen los mexicanos”.
“No inicia un cambio de Gobierno, es un cambio de régimen político. Una transformación política y ordenada, pero al mismo tiempo pacífica y radical”, siguió. A pocos minutos de iniciar su gestión, López Obrador se autoproclamó protagonista de un momento estelar de la historia de México. Este momento seguiría, según el ganador de los comicios de julio con 30 millones de votos, a la Independencia de México (1810-1821) “que luchó por abolir la esclavitud y alcanzar la soberanía”; la Reforma (1858-1866) “en la que predominó el poder civil y restauró la república”; y la Revolución (1910-1921) “donde se luchó por la justicia y la democracia”. López Obrador prometió convertir la honestidad y fraternidad en forma de vida y Gobierno.
El líder de Morena arrancó su discurso con un breve agradecimiento a Enrique Peña Nieto por no haber intervenido “como hicieron otros presidentes” en las elecciones. “Hemos padecido ese atropello antidemocrático”, afirmó el político originario del sureste de México, quien fue candidato de la izquierda en los comicios de 2006 y 2012.
Sin embargo, no fue ese el mayor gesto que el nuevo mandatario tuvo con su antecesor. Peña Nieto, quien deja la presidencia con una aprobación de 20%, escuchó a un metro de distancia a López Obrador prometer inmunidad para su gestión, marcada por los escándalos de corrupción en su gabinete y en algunos exgobernadores de su partido, el Partido Revolucionario Institucional (PRI). “Esta nueva etapa la vamos a iniciar sin perseguir a nadie porque no apostamos al circo ni a la simulación. Si abrimos expedientes, nos dedicaríamos a buscar chivos expiatorios: tendríamos que empezar por los de mero arriba en el sector público y privado. No habría juzgados ni cárceles suficientes. Meteríamos al país en una dinámica de fractura”, dijo el presidente, quien pidió a la ciudadanía poner punto final y comenzar una nueva historia.
Esto provocó reacciones de la oposición. En un acto sorprendente, la bancada de derechas del Partido Acción Nacional (PAN) comenzó a hacer un conteo del 1 al 43 en memoria de los estudiantes normalistas desaparecidos en Ayotzinapa en septiembre de 2014. El gesto ha sido utilizado en diversas manifestaciones —nunca convocadas por el PAN— que piden no olvidar uno de los delitos más atroces sucedidos en el Gobierno que llegó a su fin. Legisladores de otros partidos mostraron mensajes que pedían enjuiciar a Enrique Peña Nieto. “Ni perdón ni olvido” y «Peña, bombón, te espera la prisión», decían otros textos en manos de senadores de la oposición.
El nuevo Gobierno mexicano arrancó con varios invitados extranjeros presentes. Destaca el rey de España Felipe VI y los presidentes de Cuba, Miguel Díaz Canel; Bolivia, Evo Morales; Ecuador, Lenín Moreno; Perú, Martín Vizcarra; Colombia, Iván Duque, entre otros. El Gobierno de Estados Unidos envió al vicepresidente Mike Pence y a la hija de Donald Trump, Ivanka, cuyo esposo, Jared Kushner, fue condecorado por el Gobierno de Peña Nieto en el último día de su mandato por sus gestiones en las negociaciones del nuevo tratado de libre comercio. Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, no estuvo en el recinto legislativo. A pesar de ello, fue repudiado por la bancada de derechas del PAN, que colgó una manta que decía «no eres bienvenido». Maduro, sin embargo, sí acudirá a Palacio Nacional.
Fuente: La Razón y El País