Tras 300 años, la iglesia ortodoxa de Ucrania se independizó de Rusia

Mundo

El patriarca ecuménico de Constantinopla sella la independencia de Kiev del patriarcado de Moscú en un acto en Estambul al que asiste el presidente Petró Poroshenko.

El conflicto entre Ucrania y Rusia se ventila este fin de semana a orillas del Cuerno de Oro, en Estambul. Allí, en la sede del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, líder espiritual de unos 260 millones de cristianos ortodoxos en el mundo, se firmó este sábado el tomos o decreto que otorga a la Iglesia Ortodoxa de Ucrania carta de libertad, desvinculándola del Patriarcado de Moscú, del que dependía desde 1686. La rúbrica ha provocado una airada respuesta de las autoridades eclesiásticas rusas y puede suponer el cisma más grande en el cristianismo en siglos. Además, aumenta la tensión entre Kiev y Moscú desatada en 2014 por la anexión rusa de Crimea y el apoyo del Kremlin a los separatistas prorrusos en la región ucrania del Donbás en una guerra que ha causado ya más de 10.000 muertos.

“Los feligreses ucranios han esperado este bendito día desde hace siglos. […] Ahora pueden disfrutar del sagrado don de la emancipación, la independencia y el autogobierno, siendo libres de cualquier intervención externa”, dijo Bartolomé I en su discurso durante una solemne ceremonia ante Epifanio, el metropolitano de la nueva iglesia de Ucrania, y numerosas autoridades políticas de ese país, como el presidente Petró Poroshenko o el expresidente Víctor Yushchenko.

El simbolismo político del acto se vio reforzado por el hecho de que fue Poroshenko, y no Epifanio, el que recibió el tomos de manos del patriarca ecuménico, al que agradeció el “coraje de tomar esta histórica decisión”. Ya anteriormente el mandatario ucraniano había comparado este hecho con el referéndum mediante el que Ucrania se independizó de la URSS en 1991 y con la “aspiración a ingresar en la Unión Europea y la OTAN”.

Para el patriarcado de Moscú —que rivaliza desde hace años con el de Constantinopla como centro de poder ortodoxo— supone un duro golpe. La iglesia rusa tiene alrededor de 150 millones de cristianos ortodoxos bajo su autoridad. Y con la escisión se calcula que podría perder la quinta parte de sus miembros, aunque pese a esto seguiría siendo (con mucha diferencia) la más numerosa de las iglesias ortodoxas.

Ayer, su portavoz, Vladímir Legoida, trató de quitar valor al Tomos rubricado, al que el calificó como un “trozo de papel” que “carece de valor canónico”.“El patriarca Bartolomé ha puesto fin a la fraternidad ortodoxa mundial y ha perdido el derecho a ser llamado el líder espiritual [de los cristianos ortodoxos] uniéndose al cisma”, dijo a la agencia Interfax el arcipreste Nikolai, que aseguró que este sábado sería recordado como “un día negro”.

La decisión de Bartolomé I —hasta ahora líder espiritual de más de 260 millones de cristianos ortodoxos— de apoyar la independencia de la iglesia ucraniana puede desencadenar la división de los ortodoxos. De momento, Rusia ha afirmado que romperá relaciones con Constantinopla. Y las iglesias ortodoxas de otros países (Serbia, Rumania, Alejandría, Jerusalén, etc) se empiezan a alinear a un lado u otro de la gran grieta: con Moscú o con Constantinopla.

Las iglesias ortodoxas funcionan de manera diferente a la Católica y el Patriarca Ecuménico —en este caso Bartolomé— no goza de la autoridad jerárquica ni de la infalibilidad que los católicos otorgan al Papa de Roma. Es, tan sólo, un “primero entre iguales”, es decir, entre los patriarcas y arzobispos de diversas iglesias autocéfalas, muchas de las cuales son iglesias nacionales; pero no todas, lo que genera continuas disputas sobre la jerarquía y jurisdicción de cada cual. Porque tampoco está claro qué iglesias forman la cúpula del cristianismo ortodoxo: hay varias —como la de América, la de Finlandia, la de Estonia o la propia de Ucrania— reconocidas por Constantinopla y no por Moscú, o viceversa.

Fuente: El País