Las expectativas son ahora mucho menores que hace ocho meses. Y las declaraciones, mucho menos retumbantes. Pero Trump siendo Trump no pudo resistirse a presumir. “Si yo no hubiera sido elegido, ahora mismo, en mi opinión, estaríamos en una tremenda guerra con Corea del Norte”, declaró en el discurso ante ambas cámaras del Congreso estadounidense. Pero en lo que de veras importaba, las perspectivas de futuro en la negociación, se mostró inusualmente discreto. No mencionó la desnuclearización, ni quiso adelantar posibles resultados del encuentro.
Esa parte le corresponde tratarla estos días a su enviado para Corea del Norte, Stephen Biegun, que hoy llegaba a Pyongyang para continuar acotando la agenda de la reunión. En la capital norcoreana hablará con su homólogo, Kim Hyok-chol, antiguo embajador de su país en España hasta su expulsión en 2017.
Biegun había declarado en Seúl, la etapa previa de su viaje, que aspira a conseguir “cosas concretas” en sus conversaciones con los funcionarios norcoreanos.
El primer encuentro de los dos líderes en Singapur desató un enorme optimismo para continuar las negociaciones, pero el acuerdo que suscribieron Trump y Kim sobre la desnuclearización solo contenía términos muy vagos.
Vietnam ha confirmado que acogerá la segunda reunión. En un tuit, los portavoces del Ministerio de Exteriores en Hanoi han asegurado que su país “da la bienvenida a la cumbre EE UU-Corea del Norte y apoya firmemente el diálogo para mantener la paz, la seguridad y la estabilidad en la península coreana. Vietnam está dispuesto a contribuir de manera activa y cooperar con las partes relevantes para garantizar el éxito de la cumbre”. Las dos ciudades que se barajan son la capital, Hanoi, y el enclave turístico costero de Da Nang.
Como Singapur en su día, Vietnam es una opción lógica. Está a pocas horas de vuelo de Pyongyang, un requisito imprescindible desde el punto de vista logístico dadas las limitaciones de la flota aérea norcoreana. El Gobierno en Hanoi mantiene buenas relaciones tanto con Estados Unidos como con Corea del Norte, a quien aún le atan afinidades ideológicas. Para Kim Jong-un puede servir de inspiración sobre cómo un país puede reconciliarse con el que fue antaño su enemigo más encarnizado.
Y, sobre todo, puede serle un modelo de cómo un país comunista ha transitado hacia la economía de mercado. Tras la puesta en marcha de su proceso de reformas (llamado doi moi) en 1986, Vietnam ha pasado de ser uno de los países más empobrecidos de Asia a una de las economías que crece con mayor rapidez: el año pasado su PIB aumentó un 7%.
En declaraciones desde Seúl, el portavoz de la presidencia surcoreana, Kim Eui-kyom, dio su bendición a Vietnam como sede de las conversaciones: «Será el mejor anfitrión». “Los dos líderes ya dieron su primer paso en Singapur hacia el abandono de 70 años de hostilidades. Ahora esperamos que den un paso adelante en favor de progresos concretos y sustanciales”, apuntó.
Unos progresos sustanciales que tienen ante sí un escollo importante. Hasta ahora, Estados Unidos reclamaba al Norte que se desarmara de modo verificable, irreversible y completo, como condición para levantar las sanciones contra el régimen que mantienen al país prácticamente aislado del resto del mundo.
Pyongyang consideraba, por su parte, que ya había dado muestras suficientes de buena voluntad con gestos como la voladura de su centro de pruebas nucleares en Punggye-ri el año pasado, y exigía que el proceso de negociación de desarme se desarrolle por fases, en las que cada parte tendrá que cumplir una serie de medidas recíprocas y simultáneas antes de pasar a la siguiente. Para Corea del Norte, es necesario que Estados Unidos retire al menos parte de las sanciones actuales.
Biegun ha dado a entender que Estados Unidos podría estar dispuesto a aceptar la propuesta norcoreana. En un discurso el 31 de enero, apuntó: «Estamos dispuestos a seguir -simultáneamente y en paralelo- todos los compromisos que nuestros líderes hicieron en su declaración conjunta en Singapur el verano pasado».
Fuente y foto: El País