Los contenidos oficiales de la mitad de los bachilleres se limitan a autores españoles o solo incluyen a Rubén Darío, una cuestión a debate en vísperas del octavo Congreso de la Lengua. ¿Tiene sentido enseñar la materia sin la parte hispanoamericana?
Que en una clase de 2º de bachillerato (17 años) en un instituto público de Madrid a nadie le suene el nombre de Julio Cortázar puede deberse a muchas cosas. Puede tratarse de despiste generalizado o quizá de apatía adolescente. O tal vez que nunca llegaron a ver el tema de literatura hispanoamericana que los centros madrileños suelen colocar al final del temario en la clase de lengua de 4º de ESO (a los 15 años); varios profesores consultados aseguran que es casi imposible cubrirlo. Y también se trata de que los desarrollos de la última reforma educativa (LOMCE, conocida como ley Wert) eliminaron en enero de 2015 esos temas del currículo oficial obligatorio en toda España, que estaban dentro de la materia de lengua castellana y literatura de bachillerato.
El resultado ha sido que en seis comunidades —Andalucía, Aragón, Murcia, Castilla-La Mancha, Castilla y León y Madrid, que suman en conjunto la mitad de los alumnos de secundaria—, esos contenidos han desaparecido de los currículos oficiales o se limitan a una mención al poeta nicaragüense Rubén Darío, según se desprende de repasar en detalle los textos legales y consultar con profesores de instituto y Universidad de todas las comunidades. “No se puede entender la literatura española sin la influencia de Borges o Piglia o César Aira…”, se queja Silvia Sesé, directora editorial de Anagrama, donde se publican libros de Augusto Monterroso, Sergio Pitol o Bryce Echenique. La lista de imprescindibles se podría alargar lo que uno quisiera casi sin encontrar discusión: Carpentier, Neruda, Huidobro, Mistral, Cortázar, García Márquez, Rulfo, Allende, Pizarnik…
Quizá por eso, en buena parte de las comunidades se ha mantenido la referencia a la literatura hispanoamericana del siglo XX en el bachillerato, con referencias más claras o más difusas en su currículo oficial (el Gobierno fija unos mínimos y las autonomías los desarrollan), o se incluye algún tema o autor (normalmente, García Márquez) entre los contenidos susceptibles de entrar en los exámenes de acceso a la Universidad (la antigua Selectividad), algo que obliga casi más que el currículo, aunque se pueden cambiar de un año para otro.
Es casi imposible precisar exactamente cuántos miles de estudiantes españoles pueden pasar por el instituto sin escuchar nada de literatura hispanoamericana, teniendo en cuenta que, aunque no estén en el temario oficial, en muchos centros se incluyen en lengua de 4º de ESO, optativas como literatura universal o en cualquier punto del temario que decidan los profesores que tiene sentido (para eso están las programaciones). Y que buena parte de los libros de texto mantienen esos temas.
Pero no se trata aquí de plantear una cuestión numérica, ni tampoco de dirimir si es suficiente con saber de Rubén Darío o leer un libro de García Márquez (normalmente, Crónica de una muerte anunciada). Se trata de dibujar, en vísperas del VIII Congreso Internacional de la Lengua Española que se celebra a partir del miércoles en Córdoba (Argentina), la importancia que desde las Administraciones se da a estos contenidos, si se entiende la literatura castellana como una cuestión nacional, española, o como parte de una cultura en castellano en la que es indisociable la aportación hispanoamericana. De plantear, en definitiva, esta pregunta: ¿tiene sentido enseñar una asignatura que se llama lengua castellana y literatura sin incluir la hispanoamericana?
Los profesionales de la enseñanza de la literatura son muy conscientes de la importancia de la literatura hispanoamericana. Sin embargo, aunque tengan margen para elaborar sus programaciones de cada curso, no siempre son capaces de encajar todo lo que les gustaría dentro de unos currículos ya abarrotados, que no llegan a cubrir en muchas ocasiones —sobre todo si se afanan en aplicar nuevas metodologías como el trabajo por proyectos— y con unas exigencias en 2º de bachillerato que lo convierten casi en una especie de entrenamiento militar para el examen de acceso a la Universidad. “El currículo enciclopédico, el énfasis en la gramática y la historia literaria nacional y las pruebas de acceso son los grandes problemas; mientras no cambie eso, todo, incluido meter más contenidos, servirá de poco”, señala la profesora madrileña Guadalupe Jover […]
Fuente: El País
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