El país azteca ratifica su funcionalidad a la política migratoria de Donald Trump.
Las deportaciones de migrantes desde México se han disparado en los primeros cinco meses del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El número de expulsados casi se ha triplicado, de los 5.717 de diciembre de 2018 a los 14.970 de abril, según datos preliminares del Instituto Nacional de Migración (INM), hasta sumar un total de 45.370 personas, la mayoría de origen centroamericano. Son más que durante la última etapa de Enrique Peña Nieto, cuando los deportados fueron 43.662 y 36.025, en el mismo periodo, uno y dos años antes. Los casi 15.000 deportados de abril representan la cifra mensual más alta de los últimos tres años.
Este incremento llega después de que el Gobierno mexicano declarara la necesidad de “ordenar” el fenómeno migratorio, un cambio con respecto al inicio del año, cuando permitió la entrada masiva de miles de migrantes en caravanas que pretendían llegar a Estados Unidos. En los dos primeros meses del nuevo Gobierno, antes de que se produjera ese cambio de rumbo, el número de deportaciones se situó por debajo de los 6.000, un descenso importante respecto a las más de 10.000 personas devueltas en el último mes de la Administración anterior, criticada por su política de mano dura frente a la migración. Pero, cinco meses después de la toma de posesión de López Obrador, el número de deportaciones ya ha superado las del último periodo de Peña Nieto.
Pese a las cifras, el Gobierno mexicano insiste en que no ha habido cambio de política respecto al inicio del sexenio y mantiene un discurso de mano tendida a los recién llegados. Según el INM, el incremento de las expulsiones se debe simplemente al aumento del flujo migratorio. Sin embargo, los datos muestran que las entradas de extranjeros al Estado de Chiapas, el principal punto de ingreso de los migrantes centroamericanos, han descendido ligeramente en los primeros meses del año. Jorge Andrade, investigador del think-tank Instituto para la Seguridad y la Democracia, apunta a una “falta de claridad”. “El nuevo Gobierno quiso partir de un enfoque más humanitario, de una política más abierta que la de la anterior Administración, pero parece que solo fue un discurso”, asegura. “Ha reculado, posiblemente por las presiones de Estados Unidos (EE UU)”.
Fuente: El País