El PRD regresa al Gobierno tras más de una década alejado del poder con una ventaja de menos de dos puntos porcentuales respecto a Cambio Democrático, el partido del expresidente Ricardo Martinelli.
El músculo de la política tradicional se ha impuesto ayer al auge del movimiento independiente en Panamá, pero la diferencia entre los dos partidos punteros ha sido mucho menor de lo anticipado en las encuestas. Al filo de la medianoche, el Tribunal Electoral anunció la victoria de Laurentino Nito Cortizo, del Partido Revolucionario Democrático (PRD), por un margen estrecho de votos.
Con Cortizo, el PRD regresa a la presidencia del país centroamericano tras una década alejado del poder, y lo hace por la mínima, en el photo finish: con casi el 100% de los votos escrutados, el candidato perredista lograba el 33%, frente al 31% de Rómulo Roux (Cambio Democrático -CD-, la formación del expresidente Ricardo Martinelli, que está bajo arresto mientras se le investiga por un escándalo de escuchas) y al 20% del independiente Ricardo Lombana. El oficialista José Isabel Blandón quedaba relegado a un discretísimo cuarto lugar (10%), lastrado por la baja popularidad del todavía presidente, Juan Carlos Varela. En línea con las últimas citas electorales en la joven democracia panameña -han pasado solo tres décadas desde su restablecimiento-, la participación ha superado con cierta holgura la barrera del 70%.
El resultado asegura la hegemonía de la política tradicional durante al menos cinco años más y deja finalmente en agua de borrajas el auge de los candidatos de libre postulación -con la única excepción de Lombana, que con la quinta parte de los votos consigue lo que ningún otro independiente nunca logró-. Pero el estrecho margen, sin embargo, abría la puerta a impugnaciones por parte del segundo en la contienda, Cambio Democrático. Así lo dejó caer el propio Roux cuando el recuento aún no había concluido: «Hoy no vamos a aceptar ningún resultado de las elecciones: el margen es demasiado estrecho y hemos recibido información de irregularidades. Vamos a esperar a tener el 100% de las actas». En plata: iba a haber lío.
Sin embargo, al filo de la medianoche, cuando el escrutinio ya superaba en 95%, llegó la ratificación preliminar del Tribunal Electoral y la llamada de los magistrados a Cortizo. Y poco después, la felicitación de Martinelli al próximo mandatario panameño: «Quiero felicitar a Nito y al PRD por su victoria extraoficial. Tienen una gran responsabilidad de volver a unir a los panameños y sacarnos del hueco que nos metió (el actual presidente Juan Carlos) Varela. Que Dios nos bendiga a Todos!», tuiteó el expresidente y hombre fuerte de CD.
Las encuestas situaban a Cortizo, empresario de 66 años, como gran favorito para hacerse con la presidencia del país centroamericano, de cuatro millones de habitantes. Sin embargo, el margen de victoria es mucho menor de lo augurado. Roux, abogado de 54 años, aguantó el tipo mucho mejor de lo que auguraban los sondeos gracias a un porcentaje mayor de apoyo que sus contendientes en la capital y en el área metropolitana, imponiendo la capacidad de movilización y el gancho de su partido -heredada de la época Martinelli- entre las clases populares. Cortizo, por su parte, se ha impuesto con claridad en las comarcas indígenas y en las provincias más rurales, donde la maquinaria de su partido -por mucho el que más afiliados tiene- saca a relucir toda su potencia.
Consciente de lo estrecho de su victoria, en su primer mensaje a la nación como presidente electo Cortizo llamó a la unidad nacional, prometió enfrentar la corrupción y anunció un plan para relanzar la economía. «Convoco a todos los panameños para enderezar el rumbo y construir puentes que nos lleven hacia delante, hacia un país próspero y, sobre todo, justo», dijo.
El PRD, fundado por el general Omar Torrijos (1968-1981), es una de las tres formaciones políticas hegemónicas en el país centroamericano, junto con el Panameñista de Varela -que deja el palacio de Las Garzas lastrado por la baja popularidad-, y Cambio Democrático, la plataforma con la que Martinelli -señalado, además de por el citado caso de escuchas a otros políticos, por corrupción- llegó a la jefatura de Estado en un ya lejano 2009. La formación de quien se perfila como próximo presidente panameño se define socialdemócrata y forma parte de la Internacional Socialista. Pero en el ecosistema político panameño las ideologías son inusualmente volubles, mucho más que en ningún otro país de América Latina: aunque el tono general es conservador y solo uno de los siete candidatos en liza -Saúl Méndez- se define abiertamente de izquierdas, el eje clásico aquí sirve de poco. “No diría que el PRD es un partido socialdemócrata, ni de centroizquierda”, analiza el politólogo Orlando Pérez, vicedecano de la Facultad de Artes, Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Millersville (Pensilvania). Con las ideologías difuminadas -aunque no cabe duda de que Cambio Democrático está escorado a la derecha-, los principales determinantes del voto son la personalidad del candidato y las escasísimas propuestas formuladas en campaña.
Los desafíos del próximo Gobierno
El cambio de Gobierno no debería traducirse en un cambio de calado en el modelo de desarrollo del país centroamericano, que seguirá descansando sobre el potencial logístico que le confiere su privilegiada ubicación -es lugar de paso ineludible entre los océanos Atlántico y Pacífico- y la atracción de capitales extranjeros a través de un esquema de importantes incentivos fiscales para multinacionales.
El próximo presidente panameño tendrá por delante dos retos fundamentales: atajar -o al menos, atemperar- la inequidad, que le ha llevado a ser uno de los cinco países más desiguales del mundo y hacer frente al clamor ciudadano contra la corrupción. En el plano económico, el de Panamá es un caso llamativo: a diferencia de otros países de la región, su economía ha resistido al virus del bajo crecimiento. Con una expansión media cercana al 7% anual en la última década -aunque se ha moderado en los últimos meses-, su dinamismo se parece mucho más al de un dragón asiático que al de un país latinoamericano.
La distribución de la riqueza creada en este periodo de bonanza, sin embargo, ha sido desastrosa: el 10% más rico ingresa hasta 35 veces más que el 10% más pobre y mientras la renta per cápita de la capital y la zona de influencia del Canal -el gran motor económico panameño a lo largo de toda su historia-, la Panamá rural tiene unas tasas de pobreza muy similares a las de los países vecinos. Aunque la inflación está controlada, el precio de los productos básicos ha subido con fuerza en los últimos años, arañando el poder adquisitivo de los sectores más pobres de la población. Es una de las principales quejas de las clases medias y bajas, y lo que más le preocupa a Edelweiss Serrano, de 51 años, que ha votado por Lombana en un colegio electoral de San Miguelito, uno de los barrios más populares y populosos de la Ciudad de Panamá. «En estas zonas hay poco trabajo y mucha gente [que trabaja en el sector] informal». Los datos duros respaldan su punto de vista: casi cinco de cada 10 panameños que trabajan, lo hacen sin contrato.
El otro gran foco de descontento social es la corrupción, cuya percepción ha crecido durante el mandato de Varela. “Si con Martinelli nos fue mal, con Varela nos ha ido peor”, se quejaba a mediodía -poco antes de que el cielo se abriera en la capital y descargase una potente tormenta que no ha hecho mella en la afluencia de votantes- Rodolfo Villar, de 54 años y también vecino de San Miguelito. “Con lo que antes hacía súper [la compra] para un mes, hoy no me da ni para la cuarta parte”, decía este hombre afroamericano en compañía de su esposa. Ambos apoyan al PRD: “Cuando gobiernan, a la gente le va mejor”, sentenciaba Villar seguro de su decisión. Ahora le toca a Cortizo, que tomará posesión el 1 de julio, demostrar que no estaban equivocados.
Fuente: El País