Naturaleza sabia, las vaquitas de San Antonio son un plaguicida natural

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Las vaquitas de San Antonio pueden funcionar como controladores naturales de plagas y como fungicidas, ya que se alimentan de pulgones, ácaros y también de algunos de tejidos de hongos que causan enfermedades en los cultivos.

El Instituto Nacional Tecnología Agropecueria (INTA) en el Valle de Uco, departamento de Tunuyán, Mendoza, realiza un taller para enseñar a criar vaquitas de San Antonio como plaguicida natural en huertas orgánicas.

El objetivo es brindar conocimiento para que las familias, estudiantes, huerteros, productores y el público en general, aprendan a multiplicar estos organismos benéficos en las instalaciones del hogar.

Carla Chiandussi, coodinadora de ProHuerta del INTA, explicó a medios locales que “el beneficio de la cría de vaquita de San Antonio es que podemos disminuir el número de insectos perjudiciales, ya que acaban con los pulgones, cocos, pulgas, ácaros y cochinillas y otros parásitos que son plagas para las plantas”.

La vaquita de San Antonio, también conocida como mariquita, es uno de los pocos insectos considerados amigables y benéficos por el común de las personas. Pertenece a la familia de los coccinélidos, y es fácilmente reconocible por su cuerpo redondeado y por los vivos colores de sus alas, con manchas negras sobre un fondo naranja, amarillo o rojo, en forma de puntos o rayas (aunque también ejemplares que no presentan manchas).

Su capacidad depredadora le permite a cada ejemplar de vaquita de San Antonio eliminar entre 4.000 y 8.000 insectos a lo largo de su vida, contribuyendo de esta forma a que los jardines y huertas produzcan plantas más sanas.

En algunos lugares, y según la especie, se acostumbra cultivar uno o dos girasoles en el jardín, debido a que esta planta atrae a la Vaquita de San Antonio gracias a su contenido de aceite.

Del proyecto de investigación participan Carla Chiandussi y Silvina Panonto bajo la dirección del ingeniero agrónomo Daniel Pizzolate.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fuente: revista El Federal