* Por el escritor Vidal Mario
El pasado 15 de mayo, la Cámara Tercera en lo Criminal de la ciudad de Villa Ángela absolvió de culpa y cargo a Laureano Abel Rodas. Los cargos contra el mismo eran los siguientes: “abuso sexual con acceso carnal agravado, reiterado. Abuso sexual gravemente ultrajante agravado, reiterado, en concurso ideal con corrupción de menores, agravado, todos en concurso real”.
Ésta historia, que no ha terminado, comenzó el 7 de diciembre de 2016 cuando la joven A.V.G se presentó ante la Fiscalía de Investigación N° 1 de aquella ciudad para denunciar que cuando aún era una nena de unos cinco años, Rodas, concubino de su madre, comenzó a someterla a persistentes abusos sexuales.
Textualmente, denunció:
“Desde más o menos los cuatro a los doce años de edad viví en varias casas, porque nos mudábamos mucho. Vivía con Leonardo Abel Rodas, concubino de mi mamá.
La primera vez que éste hombre abusó de mí vivíamos, también mi hermana A.S.R, en una casa de la calle Urquiza. Yo tenía entonces cuatro o cinco años. De esa casa me acuerdo que cuando a veces yo faltaba a la escuela y él se quedaba conmigo me manoseaba, me obligaba a darle besos, me sacaba la ropa, me pedía que le diera besos en la boca y que le chupara su pene.
En algunas oportunidades se sentaba en la mesa y me tocaba con los pies, mientras toda la familia estábamos en la mesa. Le pegaba muy fuerte a mi mamá, y un día la arrastró de los pelos. Vivían peleándose mucho. Yo no le podía decir a nadie lo que me sucedía. Mi hermana mayor «A» me preguntaba cosas cuando estábamos en la ducha, porque yo era más chiquita y me bañaba con ella. Ella sospechaba de él, pero yo no podía decirle nada. Tenía un nudo en la garganta. Sabía que algo no estaba bien pero no sabía qué.
Sucedía prácticamente todos los días. Estuvimos viviendo también en la calle Pasteur, pero poco tiempo, sólo unos días. Allí fue más seguido que me tocaba, que me introducía sus dedos en la vagina y me daba plata. Siempre me decía que ese era un secreto entre los dos y que si le contaba a alguien mi mamá iba a ponerse muy triste, que no me iban a creer, y que lo que hacíamos era lindo.
Después fuimos a vivir a otra casa. Yo iba al primario todavía. Mi hermana «A» ya no vivía con nosotros, y ya tenía un hermanito. Habré tenido para entonces nueve años más o menos. Me regalaron una bicicleta roja, y cuando la situación entre mi mamá y Rodas se ponía muy violenta lo llevaba a mi hermanito menor a pasear.
A medida que me ponía más grande era como más libidinosa la situación. Estando en esa casa, un día estuve a punto de perder mi virginidad porque Rodas me hizo sentarme arriba de su pene, hasta que me empecé a quejar de que me dolía. Le dije que me dolía, y me dijo: “Bueno, bueno, no te hago nada”. Me sentó al lado de él pero me siguió manoseando y practicándome sexo oral mientras él se masturbaba.
Muchas veces me introdujo los dedos en la vagina y me hacía masturbarlo, me hacía usar las manos y la boca y acababa siempre sobre mi cara o sobre mi cuerpo. Me practicó sexo oral muchas veces. Todo eso mientras mi mamá trabajaba, a veces antes de ir a la escuela, a la siesta cuando mi mamá dormía, o cuando yo llegaba de mi clase de danza y todavía mi mamá no llegaba.
En esa casa fue mucho más morbosa la situación. No me dejaba tranquila. A veces cuando mi mamá dormía, también venía. Mi hermanito tenía su cuna al lado mío y lo pellizcaba para que llore y que mi mamá viniera a dormir al lado mío. Fue en esa misma casa que la situación entre mi mamá y Rodas se volvió más violenta. Cuando se peleaban se tiraban cosas. Una vez se tiraron con un ventilador, en otra ocasión mi mamá le tiró un teléfono, y él la zamarreó muy fuerte.
Cundo tenía once años me regalaron una bicicleta negra con portaequipaje, y nos mudamos a una casa de otro barrio, donde todavía vivo. En ésta casa, a la salida del baño había un espejo y siempre Rodas me hacía arrodillarme para que le chupara el pene. Él se miraba en el espejo y me decía que lo mire. Me acuerdo que un día a la siesta me frotó los dedos en la vagina hasta que tuve un orgasmo. Me hacía manosearlo hasta que él también acabara. Él se excitó tanto que chocó con un mueble. Se levantó mi mamá y le preguntó qué estaba haciendo. Él le respondió que no me estaba haciendo nada. Me acuerdo que yo salí corriendo de la casa. No sé qué pasó ahí entre ellos, después.
Antes de cumplir yo los trece años él se fue de la casa. Un día volvimos de la casa de mi abuelo y ya no estaban las cosas de Rodas. Fue el día más feliz de mi vida. Seguimos viviendo en esa casa hasta que en el 2014 me fui a vivir a la casa de mi abuela. Mi mamá se quedó allí con mi hermanito «J» y mi hermana «A».
«A» vivió con nosotros en la primera casa, pero se fue. Hubo un gran revuelo por eso, todos lloraban y gritaban. Ahora recién sé que «A» se fue porque Rodas quiso hacerle lo mismo que a mí. Después que Rodas se fue mi hermana volvió. En el 2014, mi mamá tuvo un accidente muy grave, y me fui a vivir con mis abuelos.
No hace mucho, en mayo, yo volvía de la casa de mis hermanos después de un cumpleaños. Ellos me contaron que mamá se había ido a vivir de nuevo con Rodas, que se llevó a mi hermanito, y que vivían en la casa de la ex esposa de él.
No estoy segura, pero hay muchas probabilidades de abusos también contra mi hermanito, porque él dibuja mucho desde muy pequeño. Llevé algunos de sus dibujos a una amiga mía, estudiante de Psicopedagogía, y me dijo que era muy extraño que dibujara manos tan grandes.
También me hizo sospechar, respecto de mi hermanito, que un día estábamos en la pieza de mi mamá mi hermanito, «A», yo y mi mamá. Estábamos mirando una serie en la que el padre tenía una enfermedad venérea y había abusado de su hijo. El niño de la serie estaba enfermo de una enfermedad venérea, y de esa forma descubrieron que su padre había abusado de él. Entonces mi hermanito se levantó, se fue al baño y tardó fácil media hora en salir. Cuando regresó tenía los ojos llorosos, y no habló durante un buen rato.
Al enterarme que mi mamá se juntó otra vez con ese hombre estuve tirada como un mes en la cama. Ya había sepultado todo y volví a acordarme de todo. Sentí mucho asco. Por eso fue que me quise suicidar tomando pastillas y alcohol”.
“La valentía de la víctima”
El mismo día de la denuncia, la Fiscalía de Investigación N° 1 de Villa Ángela ordenó la detención de Rodas, a quien luego se le concedió el beneficio del arresto domiciliario. A lo largo de todo el proceso judicial el mismo se abstuvo de declarar.
El 15 de mayo último la Cámara Tercera en lo Criminal dictó sentencia, a su favor.
No obstante, el doctor Daniel Javier Ruiz se mostró contrariado de que tanto la Fiscal de Cámara, doctora Silvana Karina Rinaldis, como el apoderado de la querellante, doctor Francisco Pajor Flores, no acusaran al imputado alegando dudas que, dijeron, encontraron a la hora de valorar las pruebas.
El referido juez argumentó que tanto la Fiscal de Cámara como Pajor Flores “se apartaron de encuadrar el caso en una cuestión de género ocurrida a una niña cuando tenía 6 o 7 años, que tuvo la valentía extraordinaria de someterse a una audiencia pública, ante la presencia de quien dijo ejerció violencia sexual sobre ella y que en una desgarradora declaración expuso todos sus padecimientos y sufrimientos, llorando y quebrada emocionalmente”.
Añadió que tales circunstancias “no fueron consideradas en toda su magnitud porque se sostuvo que una prueba que había sido ofrecida por la misma Fiscal de Cámara no reunía la contundencia necesaria para avalar aquellos dichos; desconocieron que la prueba a reunir tiene un carácter especial y de muy difícil extracción natural y directa”.
Destacó “la valentía de la víctima de presentarse en la audiencia, revivir y volver a victimizarse ante un tribunal y las partes todos los sometimientos a los que hizo mención, ejemplo digno de una mujer íntegra que pidió justicia, pero el Estado y su mismo representante legal no le permitieron obtenerla”.
El pasado 18 de junio, A.V.G, hoy de 23 años, presentó planteo de nulidad del fallo que absolvió de culpa y cargo, y en libertad, al imputado. También interpuso recurso de casación y de inconstitucionalidad.
Asegura que sólo persigue justicia. ¿Se le concederá?.
* Vidal Mario es un reconocido historiador de origen paraguayo que reside en Resistencia (Argentina). Es el único escritor que logró presentar seis de sus obras en el Congreso Nacional Argentino. Su libro Napalpí, la herida abierta, que ya lleva varias ediciones, generó una demanda judicial por 116 millones de dólares contra el Estado Argentino, entablada por dos etnias aborígenes argentinas.
Ha pronunciado conferencias en diversos países americanos y en España.