Por Eduardo Moro – exvicegobernador de la provincia del Chaco.
La UCR no ha sido ni es un Partido típicamente “programático” en el sentido de fundarse sobre una concepción “ideológica” rígida para la acción política. Más bien, como se ha dicho, sería un “impulso de creencias cívicas” apoyadas sobre nociones éticas de la vida. Esto hizo que haya sido caracterizada como algo inasible, intangible, una suerte de imagen y de prácticas comprendidas por quienes las sienten y conocen, véaselos como creyentes laicos o iniciados.
Un modo de vivir, un sentido del mundo y de la vida que cree en la necesidad esencial del deber de cumplir normas morales para afrontar la vida social a través de cada tiempo, antes que un representar teórico riguroso de medidas operativas. Se cree que es en torno a ese modo ético: -libertad, honradez y transparencia administrativa, igualdad, respeto de los valores cívicos e instituciones democráticas, no violencia y afecto por las relaciones en paz entre los pueblos- al que deben subordinarse y organizarse los intereses materiales (G. del Mazo).
Estos principios no sólo deben regir la convivencia social y los gobiernos (el poder político que fuere), hacen también al método de resolver los problemas políticos y técnicos del desarrollo: “quien organiza sus políticas públicas gobierna su futuro”, en el marco de las posibilidades internas y globales.
Hay quienes consideran que la moral es un asunto privado y que por ello nadie debe inmiscuirse en ese terreno. Más grave aún, creen que mientras nadie salga herido cada uno decide cómo actuar, actitud que sutilmente propicia la inmoralidad y promueve la corrupción, la misma que luego se expande provocando el relativismo social y el no reconocimiento del valor práctico de los valores.
Es algo parecido –aunque de rango superior- a la importancia de cumplir con las normas legales, aquellas que en “Un país al margen de la ley”, Carlos S. Nino destaca como el cemento de la sociedad, afirmando que la vida argentina se ha visto afectada por una larga serie de “dinámicas de interacción autofrustrantes”, realizadas –o aprobadas alegremente- por las propias víctimas de ese efecto negativo.
El cumplimiento de las normas morales y legales es un modo eficaz para navegar positivamente frente el capitalismo transnacional aventurero y las políticas complacientes del corto plazo. Quizá sea por eso que la afirmación de valores morales y legales resulta extraña y atrasada, para quienes encuentran comodidad en las malas rutinas adquiridas, repetidas en un círculo vicioso que se realimenta.
La famosa frase sobre la realidad como única verdad, que se rastrea hasta Sócrates, equivale a la negación, a la renuncia de la buena política como instrumento de mejora de la sociedad.
Mirando la sigla de nuestros afectos y los cambios de los sistemas de representación mundial, a los que se ha llamado “metamorfosis de la representación” cabe pensar: “La sociedad ha cambiado y, por lo tanto, uno debe esperar que los partidos, también. De hecho, es lo que ha ocurrido. El partido ya no es lo que era ni puede volver a serlo”.
Sin saber cuál será a futuro el espacio que contendrá a nuestro indeleble “colectivo espiritual”, con afecto y en homenaje a su honorable permanencia, recuerdo las palabras de Augusto Monterroso en el más breve relato alguna vez escrito:
“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Augusto Monterroso
EDUARDO A. MORO
ex-Vicegobernador del Chaco