El galeno contó que se utilizó el fármaco de forma compasiva en 153 pacientes infectados en el país y se lograron buenos resultados.
La pandemia por coronavirus es -sin dudas- de las peores crisis sanitarias que debió enfrentar el mundo moderno. Puso en jaque a los gobiernos de todo el planeta y se llevó consigo la vida tal como era concebida hasta el momento.
Las autoridades sanitarias debieron poner orden en sus respectivos territorios, científicos de todo el mundo pusieron su ingenio en la búsqueda de un tratamiento efectivo y una vacuna capaz de prevenir la enfermedad, y médicos, enfermeros y demás personal de salud debió modificar la manera de atender a sus pacientes y ajustarse a estrictos protocolos.
“Como equipo de salud vivimos una de las peores experiencias de las que hemos tenido oportunidad de presenciar de los últimos tiempos. El comienzo de la pandemia nos encontró estableciendo un comité de crisis formado por administrativos, gerencia, médicos, enfermeros, personal de seguridad, limpieza y mantenimiento. Cada uno fue sumando experiencias y se implementaron medidas de control supervisadas por expertos en control de infecciones con intervención en epidemias pasadas como la de Ébola”. El que habla es Oscar Salva, médico especialista en medicina interna (MN 87334) y jefe de clínica médica de la Clínica Independencia.
Ubicado en Munro, en el conurbano bonaerense, el centro de salud cambió todos los circuitos de circulación de pacientes, “se ampliaron las camas de guardia, se remodeló por completo y se inauguró una terapia intensiva exclusiva para COVID-19, todo en medio de la pandemia y en tiempo récord”, contó el médico a Infobae.
Por esos primeros tiempos, con seguridad Salva no sospechaba que su rol sería clave en el devenir de la pandemia en el país y que su clínica bonaerense sería testigo privilegiado de lo que -quién dice- pueda convertirse en un tratamiento efectivo contra el tan temido coronavirus.
Es que cuando nadie apostaba a un “prometedor” tratamiento que venía de la provincia de Córdoba, él creyó en ese camino e hizo todo lo que estaba a su alcance para tenerlo a disposición de sus pacientes.
Se trataba de una idea surgida hace siete años y que tiene al doctor en Bioquímica Dante Beltramo como mentor: el investigador principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y del Centro de Excelencia en Productos y Procesos de Córdoba (Ceprocor) modificó la molécula del ibuprofeno haciéndola 100% soluble en agua para administrarlo en nebulizaciones con el objetivo de tratar a pacientes con fibrosis quística, una enfermedad genética con altas tasas de mortalidad que afecta a niños y adolescentes.
Con la posibilidad de establecer protocolos de tratamientos compasivos ampliados, con el aval del gobierno cordobés, Beltramo empezó a investigar si era posible aplicar la molécula para esta nueva enfermedad.
“El producto consiste en una ‘solución hipertónica de ibuprofeno’ (ibuprofenato sódico soluble)” que, al someterlo al sistema de nebulización, “genera partículas con efecto viricida, que al intercalarse en la bicapa lipídica de virus envueltos como el SARS-CoV-2 desestabilizan la membrana generando lisis, o sea, muerte del virus”, había apuntado el científico hace unas semanas a este medio. “Lo que se observa es un efecto rápido y que los pacientes se empiezan a sentir bien en forma casi inmediata”, manifestó Beltramo.
“A pesar de todos los esfuerzos, estábamos conscientes de que tal vez seríamos espectadores privilegiados, sin tratamientos que pudieran torcer la evolución natural de la infección por SARS-CoV-2”, reconoció Salva sobre las limitaciones que la propia enfermedad les presentaba.
Así y todo, “el equipo médico del área COVID se formó entre voluntarios que aceptaron estar en la primera línea de contacto con los pacientes”. La mayoría tuvo que tomar distancia de sus familias para no exponerlos. Alguno a punto de ser papá, otros tuvieron que reacomodar su vida familiar para poder continuar trabajando. Y en el medio, “muchos tratamientos que parecían esperanzadores fueron perdiendo predicamento ante la evidente falta de resultados y otros aparecieron en el horizonte, aun sin poder cumplir las expectativas generadas”, manifestó Salva.
“Nuestra Clínica Independencia fue pasando por distintas etapas: al principio teníamos pacientes con casos leves, que por disposición quedaban internados hasta negativizar el test de PCR -recapituló-. Por protocolo nacional se hisopaba sólo bajo criterios muy específicos. Fuimos aprendiendo sobre el camino”.
Así, contó, descubrieron que “la tomografía de tórax podía ser una herramienta diagnóstica valiosísima, incluso superior al PCR en algunos casos, cuando mostraba un tipo de patrón específico, que no se veía en las neumonías habituales”.
Y tras mencionar que “los primeros pacientes se quedaban muchísimo tiempo internados, casi sin síntomas porque eran casos leves”, señaló que “de a poco la tasa de ocupación de estos servicios fue avanzando y también la complejidad de los pacientes, a medida que a los casos leves se les permitía continuar el aislamiento en su domicilio y quedaban internados solamente los casos severos”.
Pero volvamos a su confianza en el tratamiento cordobés del que poco a poco se empezaba a hablar. Hacia mediados de mayo, Salva se contactó con Alexis Doreski, director de Investigación de Fundación Respirar y quien está a cargo del proyecto cordobés “Ibuprofeno inhalado” en Buenos Aires, y con Nicolás Martínez Ríos, de Química Luar para solicitarles información sobre el tratamiento.
“Supimos del enorme esfuerzo que estaban realizando para tratar a los pacientes: Alexis con una enorme trayectoria y conocimiento en la investigación de productos farmacéuticos de laboratorios internacionales, y con un entusiasmo contagioso, y Nicolás con su desarrollo de capotas sumamente inteligentes para que otras personas no se contagien el virus mientras se nebulizaban los pacientes”. Así resumió Salva ese primer acercamiento con quienes ya sospechaban pero no sabían lo que tenían entre manos. “Nos explicaron muy claramente los efectos para nosotros desconocidos del ibuprofenato en forma inhalatoria, que alcanzaba una concentración cientos de veces mayor al ibuprofeno administrado en forma oral, nos contaron de los primeros pacientes tratados en Córdoba y los resultados obtenidos”.
Así fue que el director médico de la clínica, Jorge Fandi, decidió junto con Salva, el equipo de COVID y su coordinadora Celia Giler, comenzar a utilizar en forma compasiva el ibuprofenato inhalatorio con los pacientes más graves, “para los que la posibilidad de muerte era muy alta y no había (tampoco lo hay en el presente) tratamientos efectivos”.
Y tras señalar que “ante la explicación de por qué se proponía el tratamiento, la aceptación de los pacientes fue inmediata”, Salva destacó que “siempre son ellos (por los pacientes) los mejores maestros”.
“Pero doctor, es ibuprofeno administrado de otra forma. Ya tomé muchísimas veces esta medicación. ¿Qué podría llegar a pasar?”, “y si no acepto ¿qué tratamiento me van a dar?”. “Por suerte ese temor duró solamente unos días”, contó Salva. “Recuerdo al primer paciente al que propuse el tratamiento porque estaba muy fatigado y con mala saturometría -dijo-. La falta de aire se le veía en la cara. No es fácil transmitir esa sensación; hay que imaginarse estar debajo del agua más de un minuto y cómo se empieza a sentir sensación de asfixia”.
“Al día siguiente era otro paciente. Mis colegas no me creían”, aseguró.
Fue entonces que comenzaron a filmar con consentimiento de los pacientes su estado antes y después del tratamiento. “Les preguntamos si estaban de acuerdo en que registráramos cómo estaban antes y después del tratamiento y si podíamos, preservando su identidad, difundir estos videos a fines de que otros pudieran mejorarse”, relató el especialista, quien se emocionó al recordar las respuestas”. “Un rotundo y ensordecedor: por supuesto, doctor, no queremos que otras personas pasen por esto. Si esto les sirve a otros para evitar complicaciones ni lo dudo”.
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Fuente: Infobae.