El nuevo presidente transitorio en Perú juró ayer frente al Congreso.
Después de una semana de grave crisis política y masivas protestas que dejaron dos muertos y más de doscientos heridos, asumió la presidencia del Perú el reconocido intelectual Francisco Sagasti, un ingeniero de 76 años, dedicado a la docencia universitaria y a la investigación, que ha trabajado en organismos internacionales como el la Unesco y el Banco Mundial. Lo hizo con un llamado al diálogo a todos los sectores, en momentos de un escenario político crispado, pero también con críticas al comportamiento de la clase política contra la que se manifestaron las calles. Sus primeras palabras como presidente fueron para hacer un reconocimiento a las masivas movilizaciones en todo el país, marcadas por la presencia de los jóvenes, que rechazaron al régimen de su antecesor, Manuel Merino, que renunció antes de cumplir una semana en el cargo, y a una clase política desacreditada por escándalos de corrupción. Rindió homenaje a los dos estudiantes fallecidos en esas movilizaciones y pidió a la Fiscalía que profundice las investigaciones sobre la brutal represión que desató el breve gobierno ultraconservador de Merino. “No habrá impunidad”, aseguró.
La sesión en el Congreso había comenzado con un minuto de silencio por la muerte de Inti Sotelo, de 24 años, y de Jack Bryan Pintado, de 22 años, asesinados por disparos de los policías durante las protestas. En las galerías estaban los familiares de ambos y de algunos de los heridos en las movilizaciones, invitados por el nuevo presidente. Los padres de los estudiantes muertos saludaron al nuevo mandatario desde las galerías cuando éste se retiraba luego de terminar su discurso de toma de mando.
“No podemos devolver a la vida a estos jóvenes, pero sí podemos evitar que esto vuelva a suceder. Podemos, además, apoyar a los heridos, algunos de ellos de gravedad. En nombre del Estado, pedimos perdón a sus familiares, a ellos y a todos los jóvenes que marcharon para defender la democracia, y que nos hicieron recordar lo que es la vocación de servicio”, dijo Sagasti.
“Con honrosas excepciones, nuestra clase política no ha estado a la altura de los grandes desafíos que hemos y estamos enfrentando. No hemos sabido escuchar y responder a las legítimas aspiraciones de la gran mayoría de peruanos y peruanas, demandas de reconocimiento y dignidad, de igualdad de trato y oportunidades, de caminos para el progreso de todas y todos los peruanos. Debemos remediar esto con urgencia, dejando de lados rencores y resentimientos, aceptando que es indispensable trabajar juntos”, señaló el mandatario.
Destacó que las demandas de las movilizaciones juveniles de la última semana deben ser escuchadas y servir para que la clase política, a la que le demandó “capacidad de rectificación”, cambie “la forma tan nociva en que hemos estado ejerciendo la política”. Y agregó que “los jóvenes se han convertido en protagonistas, nos reclaman representación y espacios de participación política. Para que la política cambie necesita a los jóvenes”.
En la noche de ayer, ya con Sagasti como presidente, continuaban movilizaciones en varias ciudades del país, esta vez no contra el gobierno, sino contra la representación parlamentaria que originó la crisis política de la última semana y contra esa clase política que el nuevo presidente criticó durante en su mensaje de toma de mando.
El gobierno de Sagasti será de transición, de solo ocho meses, hasta que asuma el mandatario que salga elegido en las elecciones de abril, y por lo tanto con muy poco tiempo y con la necesidad de concentrarse en algunos temas centrales. El presidente dejó en evidencia que tenía eso muy claro.
Señaló que sus principales desafíos serán llevar adelante “elecciones justas” y enfrentar temas urgentes, como la crisis sanitaria por la pandemia del coronavirus y sus consecuencias económicas. La pandemia ha dejado hasta ahora más de 930 mil contagiados y más de 35 mil muertos, y una caída del PIB que para este año se estima entre 12 y 14 por ciento. Indicó que la pandemia había revelado las carencias del país en temas como salud y otros servicios básicos, como educación, y había que actuar para mejorar la atención del Estado.
Sagasti es congresista del centrista Partido Morado, que con solo nueve legisladores es minoritario en el Parlamento unicameral de 130 miembros, pero fueron 97 los legisladores que respaldaron su elección como una salida a la grave crisis. La coalición que llevó a Merino al poder está muy golpeada por el masivo rechazo que ha recibido y su capacidad de acción en el Congreso para enfrentar, y eventualmente trabar al nuevo gobierno, se ha reducido notablemente. Muchos legisladores que votaron por la destitución de Vizcarra y la elección de Merino como presidente han comenzado a desfilar por los medios pidiendo disculpas por esa decisión que desató una masiva indignación ciudadana. Los más radicales, entre ellos los fujimoristas, siguen en lo suyo, pero ahora están muy disminuidos y arrinconados.
Su prestigio intelectual, su apertura al diálogo, un primer mensaje que ha sido bien recibido, no ser parte del elenco estable de la desacreditada clase política tradicional, y no tener sobre sus hombres los cuestionamientos de corrupción que pesan sobre la mayor parte de esa clase política, juegan a favor de Sagasti en este inicio de su gobierno de transición.
Fuente: Carlos Noriega (Página 12)