A un año del crimen de Fernando Báez Sosa, como es la vida de los rugbiers en la cárcel

Nacionales

Los ocho detenidos por el crimen permanecen alojados en la Alcaidía de Melchor Romero aislados del resto de la población carcelaria.

Los ocho rugbiers detenidos por el crimen de Fernando Báez Sosa que permanecen alojados en la Alcaidía de Melchor Romero a la espera del juicio oral aún se encuentran aislados del resto de la población carcelaria para evitar cualquier tipo de agresión, aunque están adaptados a la rutina diaria del pabellón en el que se encuentran.

Fuentes de la investigación aseguraron a Télam que Máximo Thomsen (20), como Ciro Pertossi (20), Luciano Pertossi (19), Lucas Pertossi (21), Enzo Comelli (20), Matías Benicelli (21), Blas Cinalli (19) y Ayrton Viollaz (21) se encuentran desde el 12 de marzo del año pasado en el Pabellón 3 de la Alcaidía, ubicada en la localidad platense de Melchor Romero, y están alojados juntos pero en calabozos para dos personas.

La vida carcelaria

Los voceros explicaron que los ocho se mueven siempre en grupo: de lunes a viernes, y al igual que el resto de la población carcelaria, tienen permitido permanecer tres horas al aire libre.

Ellos lo hacen en el patio del Pabellón 6, donde suelen caminar, sentarse al sol y compartir charlas.

«Se los ve bastante bien adaptados», dijo uno de las fuentes consultadas, que aclaró que «reciben la misma comida que los demás internos, más lo que le acercan sus familias».

Es que desde mediados de noviembre pasado, los presos volvieron a recibir la visita de sus familiares tras el inicio del aislamiento por el coronavirus: una vez por semana, apenas un familiar por detenido puede ingresar a visitarlo, bajo medidas estrictas de bioseguridad.

Los familiares aprovechan la oportunidad y les llevan libros, ropa, elementos de higiene, yerba y cigarrillos.

Según los voceros, los rugbiers reciben eventualmente asistencia espiritual de parte de un pastor.

Sin embargo, allegados a los ocho detenidos cuestionaron la ayuda psicológica y psiquiátrica que reciben dentro del penal y dijeron que los ven «sufriendo bastante».

Uno de esos allegados -que prefirió mantenerse en el anonimato para evitar, según dijo, posibles represalias contra los detenidos- cuestionó «principalmente a una psicóloga, que juzga y pide que se arrepientan de un proceso que todavía no tiene sentencia».

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