Eduardo Pinto y José Celestino Campusano son dos directores cuyas películas, miradas en retrospectiva y ubicadas una al lado de la otra, conforman una línea imaginaria de continuidad. Es cierto que tanto el responsable de Caño dorado y La sabiduría como el de Fantasmas de la ruta y Vil romance son dueños de estilos visuales distintos, con el primero volcado a una puesta en escena más depurada que el segundo, quien supo hacer de la rusticidad una huella de estilo. Pero también que están hermanados por el abordaje de personajes marginales, avezados en el arte de batallar diariamente por la supervivencia moviéndose al filo de la ley y provenientes de ámbitos periféricos, con especial predilección por el interior del país o el conurbano profundo. Con los géneros pasa lo mismo: los dos gustan del policial, el thriller e incluso, en sus mejores películas, el western. Ya el punto de partida de Sector VIP deja en claro que esta colaboración conjunta (con Pinto ocupando la silla plegable y Campusano fungiendo como productor) tiene la patria potestad compartida.
Todo arranca en un boliche de un pueblo innominado alejado de la Capital, donde la jovencita Ginny (Martina Krasinsky) llama la atención del poderoso relacionista público porteño Paul (Joaquín Berthold). Fascinado por su belleza y la sensualidad de sus movimientos, le ofrece un trabajo en Buenos Aires. Para ella es un sueño, el escape de un destino soporífero. Pero esa vida paradisíaca en un espacioso departamento de Puerto Madero, la ascendente carrera mediática en base a escandaletes en programas de TV vespertina y las tapas de las principales revistas de chimentos tienen un costo que ella no alcanza a dimensionar. Sucede que el relacionista público, desde su base de operaciones en el lugar del título de su boliche, es un operador especializado en carpetazos a políticos y el regenteo de prostitutas.
Hasta ese sector del boliche llegan amigos y hombres poderosos dispuestos a acostarse con ella, siempre con el beneplácito de Paul. Entre quienes pasan por su sábana hay un periodista (Luis Machín) que en su momento supo ser famoso y ahora ve cómo su carrera cae por un tobogán. Difícil evitar la tentación de un “material exclusivo” en ese contexto, primer eslabón de una cadena de manipulaciones y extorsiones que también involucran a Ginny. Todo en realidad la involucra, dado que es víctima de eso y mucho más. El guion está estructurado de manera tal que cada escena representa un avance en la espiral de sufrimiento rumbo al infierno, dividiendo a los personajes en buenos y malos, en víctimas y victimarios. Sector VIP, en su intento de “denunciar” el andamiaje detrás de las fake news y la prostitución en las altas esferas del poder, observa con morboso placer el padecimiento ajeno.
Fuente: Página 12