Cuna de la Primavera Árabe, que comenzó en sus calles en 2011 cuando miles de ciudadanos derrocaron al dictador Zine el Abidine Ben Ali, Túnez se ha convertido en los diez años transcurridos desde entonces en la única democracia del mundo árabe, según el índice sobre el Estado de derecho de la unidad de inteligencia de The Economist. El domingo, tras una jornada de protestas en las que cientos de personas exigieron en varias ciudades la dimisión del Gobierno, el presidente tunecino, Kais Said, anunció en un discurso televisado la destitución del primer ministro, Hichem Mechichi, la suspensión durante 30 días de la actividad del Parlamento y la concentración de prácticamente todos los poderes del Estado en su persona. Mientras muchos tunecinos hastiados por la crisis económica y sanitaria celebraban en las calles la decisión, la mayor parte de la oposición, incluido el partido islamista Ennahda, mayoritario en el Parlamento, denunciaba un “golpe de Estado”.
CONTEXTO SOCIOECONOMICO
La llamada revolución de los jazmines en Túnez en 2011 —”Los jazmines los tienen los ricos en sus jardines, esta es la revolución del pueblo”, decían muchos tunecinos entonces— dio paso a una transición democrática que ha desilusionado a muchos ciudadanos que no han accedido a unas condiciones de vida dignas. Persisten los abusos de poder, el desempleo, la hogra (humillación por parte de los poderosos) y las desigualdades económicas y regionales. Esas fueron precisamente las razones que llevaron a un vendedor de fruta ambulante, Mohamed Bouazizi, de 26 años, a quemarse a lo bonzo en diciembre de 2010, desencadenando las protestas que acabarían con la dictadura. Diez años después, el paro entre los jóvenes se eleva aún al 40,8%, según datos oficiales. La economía tunecina perdió el año pasado el 8,8% de su PIB, principalmente a causa de la COVID-19.
CONTEXTO POLÍTICO
Desde 2011, Túnez ha tenido 10 gobiernos diferentes. Las legislativas de octubre de 2019 dieron paso al Parlamento más fragmentado de su historia, con más de 30 partidos en la Asamblea de Representantes, un aspecto que ha hecho imposible alcanzar acuerdos, con el consiguiente desprestigio de la clase política. Tras la dimisión del primer ministro Elyès Fakhfakh en julio de 2020, acusado de conflicto de intereses, el presidente nombró jefe de Gobierno a Hichem Mechichi, un tecnócrata que hasta entonces había sido ministro de Interior. Said y el nuevo primer ministro muy pronto iniciaron un pulso por el poder que culminó en febrero con la negativa del jefe de Estado a sancionar una remodelación del Gobierno a la que el partido Ennahda había dado su apoyo. El presidente nunca ha ocultado su insatisfacción con el limitado margen de poder que la Carta Magna tunecina concede al jefe del Estado, cuyas únicas competencias son las relaciones exteriores y la jefatura de las Fuerzas Armadas. De ahí que haya abogado públicamente por cambiar la Constitución.
Fuente: fragmento nota El País