Brasil: en busca de reducir la violencia institucional, se instalaron cámaras corporales a la Policía 

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Una operación policial en una favela de la zona metropolitana de Río de Janeiro el fin de semana pasado causó conmoción porque, tras un tiroteo con traficantes de drogas, los cadáveres de nueve personas fueron localizados en una zona pantanosa. Se considera una venganza por la muerte de un uniformado aquel viernes. Por si quedaran dudas sobre el desprecio por la vida de los sospechosos, los policías celebraron una fiesta en un local cercano antes y después de la matanza de São Gonçalo.

Pero el goteo de muertes por disparos de agentes, de servicio o de libranza, es tan cotidiano en Brasil que suele pasar desapercibido. Al calor del discurso de mano dura, las cifras de víctimas han aumentado hasta el actual récord (6.400 muertos en 2020, son 17 diarios, la mayoría negros). Siguiendo la estela de Estados Unidos y otros países, varios cuerpos están implantando cámaras en los uniformes de sus agentes en un intento de reducir la letalidad.

Los primeros resultados en la Policía Militar del Estado de São Paulo indican una significativa reducción de víctimas. “Hay mucho espacio para que podamos avanzar, pero nuestra reducción del uso de la fuerza es acentuadísima”, dice en su despacho el coronel Robson Cabanas, que gestiona el programa de las cámaras de la Policía Militar de São Paulo, que se empezó a implantar hace 17 meses. Las cámaras corporales son la parte más visible de cambios más profundos.

Brasil está entre los países más violentos de América Latina y los miembros de sus fuerzas de seguridad, entre los que más matan (y más mueren) en el mundo. También aquí hubo protestas tras la brutal agresión a George Floyd, asfixiado por un agente blanco en EE UU, y se reclamaron cambios. El Gobierno de Río de Janeiro, el Estado con la policía más violenta en este país de grandes diferencias regionales, acaba de anunciar la compra de 20.000 cámaras, una antigua iniciativa resucitada justo después de la incursión policial que en mayo dejó 28 muertos en la favela carioca de Jacarezinho. Las cámaras no solo llegan tarde para contribuir a determinar qué ocurrió allí, sino que la policía ha decretado cinco años de secreto.

La ONU ha criticado la violencia policial en Brasil, que nunca desde que se contabiliza dejó tantas víctimas. Los 6.400 fallecidos son el triple de los registrados solo ocho años antes, según el último anuario de la ONG Foro Brasileño de Seguridad Pública, que elabora una radiografía nacional de la violencia a partir de datos oficiales. Ese aumento obedece en parte a una mejora de la estadística. El lema “bandido bom é bandido morto” siempre tuvo adeptos, pero la llegada del militar retirado Jair Bolsonaro al poder ha amplificado el eco y disparado la compra de armas. El anterior gobernador de Río llegó a defender que ante un criminal armado los agentes debían “apuntar a la cabecita… y ¡fuego!”.

La Policía Militar De São Paulo ha introducido más de 3.000 para agentes de varios batallones, incluidos los más problemáticos. El plan es tener 10.000 dispositivos en la calle para junio próximo. Son la parte más visible de una reforma más amplia, dice. Los primeros resultados son positivos. Desde junio de 2020, el cuerpo ha causado todos los meses menos muertes que el mismo mes del año anterior. Por ejemplo, octubre. Pasaron de 71 fallecidos (en 2019) a 34 (2020) y a 32 este año.

 

 

 

 

 

Fuente: El País

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