Los electores socialistas y de la derecha clásica que optaron u optarán por mutar su voto en favor de Emmanuel Macron o las dos alternativas de la ultraderecha, es decir, Éric Zemmour y Marine Le Pen. Más del 40% de los electores socialistas podrían votar por Macron en la primera vuelta.
Desde 2017, sin partido arraigado y sin haber jamás ejercido una función electiva, el jefe del Estado se llevó con él a votantes y dirigentes socialistas y a lideres y adherentes de la derecha.
El Partido Socialista francés se diluyó en una suerte de socialismo liberal. El mandato del expresidente socialista François Hollande (2012-2017) estampó la firma en el certificado de defunción de esa corriente socialdemócrata. La derecha nunca se repuso del tsunami de la presidencia de Nicolas Sarkozy (2007-2012) ni tampoco del vergonzoso episodio de la candidatura presidencial de 2017 asumida por un corrupto invisible, el ex Primer Ministro sarkozista François Fillon. Los nostálgicos solo añoran una recuperación de los bloques tradicionales que materializaron la alternancia política, o sea, socialistas y liberales conservadores.
En ese mar revuelto, Macron se dirige hacia su reelección. Preside sin intervenir porque, cuanto más extensa es la confusión, más su figura brota como un oasis en un desierto sacudido por una tormenta de arena. La izquierda y la derecha, socialdemocracia incluida, se encaminan a observar con telescopio la disputa presidencial. El planeta presidencial es un sueño que se pierde en una galaxia lejana.
Marine Le Pen y Eric Zemmour totalizan más del 30% de las intenciones de voto (16% y 17% respectivamente según la ultima encuesta publicada por el matutino Le Figaro). Emmanuel Macron sigue en la punta con 25% y muy lejos, con un 13%, el probable candidato (aún no designado) del partido sarkozista Los Republicanos, Xavier Bertrand. Las izquierdas caben en un pañuelo sin que ningún candidato alcance el 10%. El líder de Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon, suma 8,5% de intenciones de voto, el candidato ecologista Yannick Jadot 7%, la candidata socialista e Intendenta de París Anne Hidalgo 5%, un ex ministro de François Hollande, Arnaud Montebourg, 2,5%, y el representante comunista 2%. Toda la izquierda junta rosaría el 25% de los votos, o sea, lo mismo que Emmanuel Macron solo y mucho menos que Zemmour y Le Pen juntos (33%). Así se han repartido, por ahora, los mutantes, los huérfanos, los nostálgicos y los aturdidos.
La izquierda se ha achicado como ropa vieja mal lavada. En 2017, Jean-Luc Mélenchon había obtenido 19,5% en la primera vuelta, muy cerca del candidato de la derecha, François Fillon, 20,1%. El análisis fino de los sondeos por categoría social demuestra el atractivo de la propuesta de Marine Le Pen y Emmanuel Macron en las clases populares. 28% de ese segmento votaría por ella, 18% por Macron, 17% a favor de Eric Zemmour, 9% por Jean-Luc Mélenchon, 7% elegiría al ecologista Yannick Jadot, 4% a Arnaud Montebourg, 2% a la socialista Anne Hidalgo mientras que, a la derecha, el precandidato Xavier Bertrand recogería 6%. Las izquierdas han perdido hace rato el voto popular. La ultraderecha supo capitalizar la conexión de las propuestas socialdemócratas y conservadoras con el voto urbano ysu respectivo alejamiento del voto popular.
Observada en el espejo de este tramo final de 2021, la elección presidencial de 2022 parece ya jugada. Macron cabalga sereno sobre un territorio desolado, en donde los soldados se cambian de uniforme y de bandera, donde las certezas se derrumban y las convicciones políticas se venden al mejor postor o a las tendencias ideológicas de los sondeos. La ultraderecha ha instalado sólidamente sus ejércitos allí donde, hasta mediados de los años 80, era sólo un figurante anecdótico. Izquierda y derecha son ahora una chispa lejana. Apenas parecen brillar con la crónica anticipada de un nuevo fracaso.
Fuente: nota Eduardo Febbro (Página 12)