«Nosotros somos lo que deseamos. Porque son los deseos los que ensanchan nuestra mirada e impulsan la vida a ir más allá: más allá de las barreras de la rutina, más allá de una vida embotada en el consumo», planteó el pontífice durante la celebración en la Basílica de San Pedro.
«Nos hemos obsesionado con las necesidades, con lo que comeremos o con qué nos vestiremos, dejando que se volatilice el deseo de aquello que va más allá», criticó Francisco en su homilía.
En ese marco, Francisco lamentó «la avidez de comunidades que tienen todo y a menudo ya no sienten nada en el corazón».
«Porque la falta de deseo lleva a la tristeza y a la indiferencia», agregó luego.
Durante la Misa de este jueves, la segunda del año, el Papa trazó también una autocrítica hacia el catolicismo y se preguntó si la Iglesia no se encuentra en una posición de autoreferencialidad.
«¿Nuestras palabras y nuestros ritos provocan en el corazón de la gente el deseo de encaminarse hacia Dios o son lengua muerta, que habla sólo de sí misma y a sí misma?», se preguntó en esa dirección.
Para el Papa, en esa línea, «es triste cuando una comunidad de creyentes no desea más y, cansada, se arrastra en el manejo de las cosas en vez de dejarse sorprender por Jesús».