En la noche del 1 de septiembre, Argentina quedó conmocionada por el intento de magnicidio contra la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. En plena democracia. Un hombre trató de asesinarla empuñando un arma que tenía cinco proyectiles en el cargador, en la puerta de su domicilio ubicado en Juncal y Uruguay, en el barrio porteño de Recoleta.
El agresor se abrió camino entre cientos de militantes y quedó a centímetros de la expresidenta, apuntó a su cara y, sin vacilar, gatilló dos veces contra ella, pero los disparos no salieron. El sujeto, identificado como Fernando Andres Sabag Montiel, un brasileño de 35 años, que contaba con un antecedente por portación de armas no convencionales, fue reducido de inmediato tras la intervención de los custodios y de los militantes que se percataron de lo ocurrido y detenido por la Policía Federal (PFA).
En las imágenes registradas por distintos medios y por particulares con sus teléfonos celulares, se observa nítidamente cuando el arma se acerca a la cabeza de Fernández de Kirchner, instantes después de bajar de un auto para ingresar a su domicilio, cerca de las 21.
Rechazo y repudio en gran parte del arco político
El intento de magnicidio, sin precedentes en esta etapa de la democracia, generó un hondo impacto e innumerables expresiones de repudios a través de las redes sociales. Además, cientos de seguidores se trasladaron anoche hasta el domicilio de Cristina Fernández de Kirchner para brindarle su apoyo.
Ministros, secretarios de estado, legisladores, sindicalistas y personalidades de todo el arco político emitieron de inmediato declaraciones para condenar el ataque.
Varias personas detenidas por el atentado
Las detenciones de Fernando Sabag Montiel, Brenda Uliarte y Agustina Díaz, los allanamientos y los videos y chats aportados, son parte del avance en la causa. A esto se suma la decisión de mantener el secreto de sumario de la jueza María Eugenia Capuchetti.
El principal es Fernando Sabag Montiel, quien gatilló el arma a centímetros de Cristina Kirchner. Luego, su novia Brenda Uliarte, apuntada como cómplice en la planificación del ataque, en base a los chats y audios, que muestran la importancia en ese armado. La tercera detenida fue Agustina Díaz, amiga de Uliarte, con quien mantuvo varias conversaciones y chats sobre el ataque, que complican más situación. Por último, este miércoles la Justicia detuvo a Gabriel Carrizo, el dueño de la máquina para hacer los copos de azúcar que vendían Brenda Uliarte y Fernando Sabag Montiel, en la señalada «Banda de los cpitos».
La conversaciones entre Brenda Uliarte y Agustina Díaz, imputadas por el intento de asesinato a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, revelan que desde hacía tiempo venían planificando el atentado y que habían fracasado en un intento anterior.
¿Hecho aislado o resultado de una propagación sistemática?
El atentado a la vicepresidenta, lejos de apaciguar la confrontación social y política entre oficialismo y oposición, expuso a las claras una sólida grieta. Por un lado, hubo sectores que sostenían que no se trató de un hecho aislado, sino uno previsible que tuvo sus raíces en las manifestaciones públicas de demonización, deshumanización y discriminación hacia partidos y referentes, tanto políticos como sociales. Discursos de odio reflejados en concentraciones donde se exibieron ataúdes, bolsas de cadáveres, guillotinas y cuerpos colgados, o en las declaraciones de representantes legislativos afirmando que la expresidenta es merecedora de la pena de muerte; y que son promovidos por el poder económico utilizando los medios hegemónicos, para así controlar la voluntad del pueblo en beneficio de sus propios intereses. Y por otro lado, aquellos sectores y dirigencias que no reconocieron estos actos como instigadores de violencia y continuaron legitimándolos bajo el escudo de la libertad de expresión.
Múltiples voces se pronunciaron sobre si hubo o no responsabilidad tanto de los medios como de quienes reproducen en redes sociales los discursos de odio.
Sectores u organizaciones, como el Centro Ana Frank, coincidieron en que el ataque a CFK no puede atribuirse a un hecho aislado, sino que es “el resultado de propagación sistemática de odio a través de numerosas manifestaciones públicas que llevaron a la demonización de la figura de la vicepresidenta”. Sin embargo, hay también entidades y dirigentes que descreen que estos mensajes hayan sido el epicentro del hecho y lo atribuyen a un grupo de “loquitos”, como opinó el expresidente Mauricio Macri.