Desde que asumió, el presidente removió a un promedio de dos funcionarios por semana. El último en caer fue Mariano de los Heros, jefe de la ANSES. Nunca, desde el retorno de la democracia, se vivió una inestabilidad semejante en la cúpula del Estado.
La motosierra de Javier Milei no solo se aplica al gasto público: también arrasa con su propio gabinete. En apenas 428 días de gestión, el presidente ya despidió a 119 funcionarios de alto rango, a razón de dos por semana. El último en caer fue Mariano de los Heros, jefe de la ANSES, sumándose a una larga lista de ministros, secretarios y directores removidos.
Según los politólogos Pablo Salinas y Ana Castellani, quienes llevan un relevamiento detallado de la gestión libertaria, nunca antes en democracia se había registrado tal nivel de inestabilidad en la estructura política del gobierno. La rápida rotación de funcionarios genera un impacto en la gestión: «Cuando un funcionario es desplazado, la administración se paraliza hasta que haya un reemplazo con firma habilitada», advierte Salinas.
El Ministerio de Economía encabeza el ranking de bajas, con 31 funcionarios removidos. Entre ellos, Flavia Royón (exsecretaria de Minería), Eduardo García Chirillo (exsecretario de Energía) y Fernando Vilella (exsecretario de Agricultura). Incluso el exjefe de Gabinete Nicolás Posse fue eyectado, presuntamente por un conflicto con Karina Milei, la influyente secretaria general de la Presidencia.
El segundo ministerio más afectado es Capital Humano, con 26 despidos. Allí cayeron Mario Russo (exministro de Salud), Pablo De la Torre (exsecretario de Niñez y Familia, envuelto en el escándalo de los alimentos almacenados) y Osvaldo Giordano, quien fue obligado a dejar la ANSES tras el voto negativo de su esposa, la diputada Alejandra Torres, a la Ley Bases.
La inestabilidad también sacudió a otras áreas clave. Diana Mondino fue apartada de la Cancillería tras un traspié en la ONU, mientras que Guillermo Ferraro, exministro de Infraestructura, fue removido por filtraciones a la prensa. La volatilidad en los cargos no solo refleja la exigente impronta de Milei, sino que genera incertidumbre dentro de su propio gobierno, donde los funcionarios sienten que pueden ser despedidos en cualquier momento.