Tras varios metros sobre los hombres de los elegidos para llevarlo, rodeado de cardenales, guardias y personal de la Iglesia –que lo secundó de cerca–, entre los aplausos de los fieles que desde hace días se encuentran allí, los restos del papa Francisco llegaron este miércoles a la basílica de San Pedro, donde permanecerán durante tres días en capilla ardiente desde para que miles de personas puedan darle un último adiós.
El féretro de madera abierto fue llevado en procesión desde la capilla de Santa Marta, donde falleció el lunes a los 88 años.
Los portadores del ataúd de madera caminaron seguidos por los cardenales ataviados con sotanas escarlata, obispos con túnicas púrpuras y los guardias suizos con sus uniformes dorados y azules.
El cardenal Kevin Farrell, que administra el Vaticano temporalmente hasta que se elija un nuevo papa, encabezó la procesión, con nubes de incienso precediéndolo mientras el coro de la iglesia comenzaba a cantar el himno de la Letanía de los Santos. Los cardenales se acercaban por parejas al ataúd, se inclinaban y hacían la señal de la cruz, seguidos por pequeños grupos de obispos, ujieres, sacerdotes y monjas.
Los fieles en la plaza observaron mientras el ataúd de Francisco pasaba junto a ellos, a lo largo del mismo camino que el Papa había recorrido apenas unos días antes, el Domingo de Pascua, que se convirtió en su último recorrido en papamóvil entre la gente. Fue un saludo sorpresa, que Francisco decidió en el último minuto después de que su enfermera le asegurase que podía hacerlo a pesar de su frágil salud tras una fuerte neumonía.
La muerte y el funeral de Francisco dan inicio a un período de transición cuidadosamente orquestado en la Iglesia católica, en el que los cardenales se reunirán durante la próxima semana antes de entrar en un cónclave, el ritual secreto de votación en la Capilla Sixtina para elegir un nuevo papa. Hay 135 cardenales menores de 80 años elegibles para votar en el cónclave. No se espera que comience antes del 5 de mayo.
El primer velatorio de Francisco se celebró en la Domus Santa Marta, en una ceremonia privada para los residentes del Vaticano y la casa papal. Imágenes difundidas el martes mostraron al Papa en un ataúd abierto, vistiendo la tradicional mitra de los obispos y túnicas rojas, con las manos cruzadas sobre un rosario. El número dos del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, fue fotografiado mientras rezaba junto a él.
Una vez dentro de la basílica, su ataúd no fue colocado en un catafalco elevado, como fue el caso con papas anteriores, sino que simplemente se colocó en una rampa inclinada ante el altar principal de la basílica del siglo XVI, de cara a los bancos, con cuatro guardias suizos de pie a su lado. La disposición respondía a los propios deseos de Francisco de que todos los rituales que rodean un funeral papal fueran simplificados y reflejaran el papel como un simple pastor, no un líder mundial.
La policía italiana reforzó la seguridad para el velatorio y el funeral, por lo que realiza patrullas a pie y a caballo alrededor del Vaticano, donde los peregrinos continúan llegando para las celebraciones del Año Santo que Francisco inauguró en diciembre. Los fieles que atraviesan la Puerta Santa de San Pedro reciben indulgencias, una forma de ayudar a expiar los pecados.